Por: Carlos Almenara

Las declaraciones xenófobas de Pichetto no sólo constituyen un agravio a todos los latinoamericanos. También pueden leerse como un intento de reposicionar un discurso político.

Miguel Angel Pichetto es muchas cosas, pero no un improvisado, ni un destemplado al que se le escape una barbaridad. No habla desde el margen, lo hace desde la centralidad de un dispositivo político. Es imposible que no haya previsto el impacto que provocaría, al contrario, parece buscarlo.

¿Por qué lo hizo, entonces?

Nos movemos en el terreno de la especulación. Ninguno de nosotros está en la cabeza del senador ni conoce sus intenciones íntimas. Pichetto y lo que representa necesitan un discurso.

Contrariamente a la caricatura que suelen presentar los medios hegemónicos, la política precisa la manifestación de voluntades, valores, ideas, interpretaciones, que tengan consistencia entre sí para poder establecer un lenguaje, una lógica comunicacional con “el mundo” y aún entre sus mismos miembros partidarios o sectoriales.

Luego de incumplir la promesa de abandonar la política que realizó cuando perdió las elecciones rionegrinas, Pichetto estuvo este año más preocupado por “sacudirse el kirchnerismo de encima” que por oponerse a Macri. No sólo no se opuso al oficialismo, al contrario, fue la pieza clave para que avance libremente.

Pero Pichetto pretende expresar un movimiente lo suficientemente ambicioso como para resignarse a ser un acompañante secundario de Macri.

Como lo ha dicho muchas veces, “es un hombre de partido”. Su declaración xenófoba sólo puede entenderse en el marco de una maniobra de envergadura para reposicionar el partido. Sacudirse el kirchnerismo y a la vez “diferenciarse” (sin diferenciarse) de Macri.

El complot oligárquico gobernante tiene pretensiones sistémicas. Supone la vuelta del discurso único de las múltiples ofertas. La oferta más “puramente neoliberal” en cabeza macrista, la oferta “anticorrupción” en cabeza de Carrió – Stolbizer, la oferta “peronista” en cabeza de Massa – Bossio; todas distintas variantes de un mismo proyecto, el gobierno de las corporaciones.

Allí pretende disputar Pichetto. Y el complot lo recibe complacido.

El incomodísimo sitio en que Cristina ubicó al FPV supone, al menos, dificultades en la relación con los sectores que financian campañas y manejos medios. Pichetto quiere sacar el peronismo de ahí. Nada mejor para eso que decir algo escandaloso para cualquier bien nacido, que al mismo tiempo lo diferencie de Macri y lo reconcilie con las corporaciones.

La enunciación de Pichetto, que, por supuesto, no tiene idea de lo que pasa en las villas porteñas, no es un exabrupto. Representa un sector de la política profesional.

Enfrentar la maniobra que pretende la derechización del peronismo requiere análisis, diagnóstico y estrategia. Pichetto no está solo.

Foto: infobaires24.com.ar.

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