Por: Carlos Raimundi

Palabras de Carlos Raimundi a las Madres de Plaza de Mayo con motivo del primer año del Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos

Queridas Madres, queridas Compañeras y Compañeros:

En primer lugar agradecer a Hebe y a la Asociación Madres de Plaza de Mayo por permitirme estar aquí.

No he podido recuperar del todo mi voz como hubiera querido, pero no podía estar ausente al menos con estas breves palabras.

Siempre, invariablemente siempre, estar junto a una de las Madres me genera la misma sensación de pequeñez. Pequeñez ante la grandeza de una Madre.

¿Por qué? Porque, si repasamos un poquito nada menos que la historia reciente de la Humanidad, no encontraremos adversidad más profunda que la que ellas atravesaron, como un símbolo de la tragedia vivida por nuestro país y por la región, ayer nomás.

Su grandeza para sobreponerse es proporcional a dicha adversidad.

Hoy vivimos momentos complejos. Tan complejos que no ameritan una comparación.

Pero sí he tratado de encontrar un paralelismo. Tanto ayer, como hoy, con sus particularidades, el poder real ha montado una puesta en escena sostenida en sus colosales recursos económicos para horadar la conciencia de los argentinos y las argentinas.

Formas en algún sentido menos agresivas desde el punto de vista físico. Pero de iguales consecuencias que ayer en cuanto a sus objetivos de degradar la condición ciudadana, la dignidad y la esperanza del Pueblo.

Toda una maquinaria dirigida al engaño. A tergiversar tanto la verdad, que pretenden convencernos de que los intereses de la oligarquía son los mismos que los de los humildes, cuando en verdad ellos son sus saqueadores.

Sólo mirar un poquito a nuestro alrededor, aquí mismo, en esta Plaza, y veremos trabajadores de la construcción, trasportistas, operarios, comerciantes, consumidores… Todos trabajando.

¿En condiciones ideales? Ciertamente no. Pero sin ninguna duda a un ritmo muy superior al de la mayor parte del planeta.

¿Falta? Seguro que falta. Siempre falta.

Pero habría que ser una persona muy mal nacida para negar que en cada lugar hay una vacuna, un pupitre, un mantel, un mameluco, un consultorio, un tablero de arquitectura, un motor, un torno, una máquina de coser que están en plena actividad.

A cada uno, preguntado individualmente, le va claramente mejor. Inocultablemente mejor. Sin embargo, aquella maquinaria perversa nos quiere hacer creer que nuestra sociedad es un desastre. Que ninguno de esos progresos se debe a una política pública. Otra vez, como ayer, el individualismo por sobre el proyecto colectivo. Las personas como instrumentos, no como sujeto.

Los valores a defender, pues, son los mismos. Hoy y ayer. Y mañana.

Y si ayer fue posible sobreponerse gracias a aquella grandeza, quiere decir que el ejemplo de las Madres está hoy más vigente que nunca para sobreponernos a este momento complejo.

El 22 de noviembre es una fecha fundamental para nuestro país y para la región. En unos minutos bajaremos estas escalinatas y seguiremos conversando, convenciendo, sacudiendo conciencias de cada uno de nuestras conciudadanas y conciudadanos. Desde ninguna pretensión de clarividencia, sino desde el igual a igual, que es como somos. Desde la fortaleza que da la humildad.

Si ayer fue posible, hoy con más razón. Con más corazón. Y con más cuerpo, como le gusta a las Madres.

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