A 27 años del atentado a AMIA, lo único cierto del atentado es que Irán no tiene nada que ver. Pero quienes falsearon pruebas en su contra, sí. Juan Salinas, uno de los más profundos investigadores del hecho, señala la participación de Beraja de DAIA, los servicios secretos de Israel, narcos timados en sus finanzas y lumpenaje de la Policía Federal en la UTE terrorista.

Para el periodista, la Corte Suprema, que lleva la investigación del atentado a la embajada de Israel, producido en 1992, mantiene ocultas las actuaciones porque develarlas desmoronaría la historia del “coche bomba”, piedra angular de la manipulación de ambas causas.

AMIA – ATENTADO. Está impune porque hay varios y poderosos implicados (con videos)

Luego de haber impulsado la absurda causa del Memorándum con Irán, la DAIA, incapaz de seguir sosteniendo tantos embustes, insólitamente no dio la cara en la audiencia a los imputados. 

El discurso de Cristina Fernández de Kirchner en la causa en la que se la acusó de un supuesto encubrimiento a los supuestos instigadores del atentado a la AMIA, fue memorable. Dicha acusación se basó en la firma de un memorando de entendimiento con la República Islámica de Irán para que el juez Canicoba Corral y el fiscal Nisman pudieran interrogar a los imputados iraníes tras 19 años de parálisis de la causa. Un instrumento que fue refrendado por ambas cámaras del Congreso pero no por el Majlis, el parlamento unicameral iraní, por lo que no tuvo principio de ejecución.

El discurso de la vicepresidente debe escucharse completo. Pero como muchos lectores están apurados, ofrecemos además y por separado su final a toda orquesta. En ese epílogo, Cristina vinculó directamente todos los procesos incoados en el marco del Lawfare con la pretensión de los fondos buitres que representaban a algo más del 7% de los acreedores de la Argentina y no habían querido aceptar el acuerdo ofrecido por su gobierno (acuerdo que había aceptado más del 92 por ciento) de cobrar hasta el último centavo nominal de la deuda externa, es decir, de quebrar la voluntad de resistir de su gobierno. Puntualizó que para ello esos fondos buitres parieron una Task Force que se dedicó, entre otras cosas, a publicar solicitadas en los principales diarios del planeta, en la que alertaba acerca de un presunto pacto tan secreto como diabólico con el entonces presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad. .

El vínculo entre los fondos buitres y el fiscal Nisman fue revelado hace 13 meses por  un ex agente del Shin Bet y el Mossad Uzi Shaya* que dijo que como parte de su trabajo para el fondo Elliot de Paul Singer proveía de información a Nisman para que atacara a la Presidenta CFK.

Pájaro Rojo dio cuenta de los dichos de Shaya en una nota en la que destacó que había revelado “conexiones entre quienes litigaron contra la Argentina hasta que Macri les pagó lo que reclamaban y más, y quienes motorizan y ejecutaron la persecución de CFK, sus hijos y un montón de dirigentes y dirigentes sindicales y sociales, varies de los cuales siguen estando presos”. 

La madre del borrego

Pues bien, diré ahora lo que Cristina no puede decir por comprensibles razones de Estado. Y es quea  la Argentina, en esta emergencia, le conviene no pelearse ni con Estados Unidos ni con Israel (lo que les resulta inevitable a Cuba, Venezuela y Nicaragua, que están bajo el fuego de Washington y el Pentágono) mientras anuda acuerdos convenientes para el interés nacional con China, Rusia y otras potencias emergentes en un mundo que está convirtiéndose a velocidad de vértigo en multipolar.

Los fondos buitres encabezados por Paul Singer, la Task Force en la que descollaba el recientemente fallecido Sheldon Adelson (zar del juego en Las Vegas, sponsor tanto de Donald Trump como de Bibi Netanyahu que le transfirió durante largo tiempo un promedio de 6000 dólares mensuales a Natalio Alberto Nisman) y los servicios secretos de Estados Unidos e Israel son en múltiples aspectos una misma cosa.

Lo que nos conduce rápidamente a los atentados terroristas cometidos en Buenos Aires. Al de la Embajada de Israel (expediente que la Corte Suprema mantiene bajo siete llaves porque de abrirse al escrutinio público quedaría claro quiénes y cómo colocaron y detonaron la bomba, y la falacia de la supuesta camioneta-bomba) y al de la AMIA.

En ninguno de los dos hay pruebas no ya para inculpar a funcionarios del gobierno iraní sino siquiera a algún persa silvestre. Este es el motivo por el que desde Israel se le ordenó a la DAIA y la AMIA (y a Nisman) que revieran su aceptación del memorando y pasaran a una oposición frontal que llegó a su vértice con la denuncia infundada de Nisman, que lo condujo al suicidio cuando su columna vertebral, el supuesto pedido de la caída de las alertas rojas que pesaban y aún pesan sobre los funcionarios iraníes, se desmoronó por la reacción de Ronald Noble, antiguo jefe del Secret Service estadounidense y luego presidente de Interpol. Noble no sólo desmintió a Nisman, sino que lo trató de mentiroso.

Los atentados no se esclarecen porque a casi todo el mundo le resulta más cómodo culpar a Irán y encubrir que fueron cometidos materialmente por una banda ladrifascista integrada mayoritariamente por efectivos de la Policía Federal, contratados por traficantes de drogas y armas vinculados al entonces presidente Carlos Menem, y que se perpetraron con conocimiento, aquiescencia e incluso participación de agentes de inteligencia de Israel y Estados Unidos, quienes tenían en la SIDE de “Jaime” Stiuso seguros servidores.

Unos obraron como mano de obra barata a causa del aliciente de su judeofobia; otros para cobrar sumas millonarias que le habían sido birladas por financistas judíos encargados de blanquearlas introduciéndolas en el sistema bancario de los Estados Unidos; y otros, por fin, para sabotear las intenciones del premier Isaac Rabin de devolverle a Siria las alturas del Golán a cambio de un acuerdo de paz garantizado por el Consejo de Seguridad de la ONU y, de paso, abortar las excelentes relaciones entre Argentina e Irán, que había reemplazado a la disuelta Unión Soviética como principal comprador de los cereales argentinos y pensaba expandir su influencia en Suramérica desde Buenos Aires.

Vale recordar que el plan nuclear iraní tuvo originalmente, en tiempos de última dictadura y la del Sha Reza Pahlevi, una fuerte impronta argentina.

En fin, que los instigadores formaron una especie de UTE (Unión Transitoria de Empresas), una alianza impía, mafiosa.

Otras verdades inconvenientes

Lo que explica el encubrimiento que atraviesa a los sucesivos gobiernos. El de Menem, instrumentado por Carlos Corach (el genio que logró reemplazar a sus amigos sirios por iraníes, y a los policías federales por bonaerenses, y que gracias a sus influencias en Comodoro Py ni siquiera fue acusado y menos juzgado) y el de Macri, que fue denunciado por el senador Mario Cimadevilla, al que el propio Macri había puesto al frente de la Unidad de Investigación de los Atentados del Poder Ejecutivo.

En el ínterin, agobiado por la infinidad de tareas hercúleas que debió resolver, Néstor Kirchner se hizo el distraído, y Cristina, que estaba empapada del tema por haber sido la única legisladora que participó del principio hasta el fin (primero como senadora y luego como diputada) en la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Investigaciones de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, a pesar de haber firmado un dictamen en disidencia con el tropel de encubridores, no alcanzó a poner en debate la (in)existencia de la supuestra Trafic-bomba como si lo habían hecho ¡vaya paradoja! gorilas y mercenarios insignes como Jorge Lanata y Gabriel Levinas.

(Tampoco yo lo hice, debo aclarar. condicionado por mi condición de investigador contratado por la propia AMIA, al publicar mi primer libro en 1977, pero luego habría de redimirme publicando otros libros).

Por desgracia, cuando fui convocado por esa comisión para explayarme acerca de la detallada denuncia que le había presentado al inicuo juez Juan José Galeano (“El Dr. T’ y la bomba”) acerca del involucramiento en el atentado del médico personal del presidente Menem, Alejandro “Alito” Tfeli, Cristina no asistió.

Si lo hicieron otros miembros de la comisión, amigos de Tfeli, de Monzer al Kassar y otros allegados al entonces Presidente.

Cristina fue muy generosa: dijo que de los miembros de esa comisión, además de ella solo aportaron al esclarecimiento de los atentados Juan Pablo Cafiero, Marcelo Stubrin, Carlos Soria y Melchor Cruchaga.

La verdad es peor. Los finados Cruchaga y Soria (que la presidieron) reportaban a la SIDE, esto es, a “Jaime” Stiuso, que a su vez reportaba a la CIA y el Mossad.

En cuanto a Stubrin, doy por descontado que, directa o indirectamente, lo que escuchaba llegaba a oídos de Israel.

Por lo que solo se la puede rescatar a ella y a Juanpi Cafiero. Que, me consta, sufrió por no poder verbalizar lo que pensaba.

En fin: hay comprensibles razones de Estado para que los gobernantes no se internen en el berenjenal que supone esclarecer el atentado cuando eso ni quiera lo plantean claramente los familiares de las víctimas.

No hay razones en cambio para que periodistas que presumen de independientes se nieguen a revisar someramente las evidencias y llegar a la conclusión, para nada ardua ni difícil, de que en ambos atentados no hubo vehículos bomba y se introdujeron explosivos adentro de los edificios.

Esto es algo que, admito, me deprime profundamente.

Escribo estas líneas en homenaje a Juan Carlos Álvarez, el barrendero que estaba justo, justo, frente a la puerta de la Amia en el momento en el que aquel infausto lunes 18 de julio de 1994 a la 9.53, la Historia Oficial se obceca en sostener que una Trafic subió las escaleras, embistió la puerta y estalló adentro.

Álvarez, un padre prolífico y muy querido por sus hijos, que dijo y repitió muchas veces que de haber existido esa Trafic lo hubiera atropellado, murió el pasado 13 de junio.

Lo hizo tanto en el documental AMIA. 9.53, que hizo Cuatro Cabezas, del que fui coguionista, como en AMIA – La Causa. 15 años sin justicia que hizo Carlos De Nápoli con Anima Films (en coproducción con History Channel) y en AMIA Repetita, de la francesa Marie Poumier.

Aquí, él y su hijo Gustavo en un diálogo hasta ahora inédito conmigo y con Nahuel Coca  (sólo para el puñado de especialistas, a los demás les recomiendo ir directamente al minuto 52).

Después, lo mejor que pueden hacer es comprar Caso Nisman: Secretos inconfesanles (Punto de Encuentro) y La infAMIA (Colihue), en realidad la 1ª y la 2ª parte de una misma investigación (estoy muy orgulloso del largo capítulo sobre el atentado a la Embajada de Israel) en el primer libro.

Pero si están picados por la intriga y lo quieren todo ya pueden mirar las esclarecedoras notas que van despúes.

NOTA
·         * Shaya era en 1992 un alto oficial de Shin Bet en Sudamérica. Del Shin Bet depende la seguridad (bitajom) de las embajadas de Israel. Aquel martes  17 de marzo de 1992 en que una bomba demolió la mayor parte de la embajada sita en la calle Arroyo de Buenos Aires se realizó una reunión de miembros de los aparatos de seguridad de las embajadas del Cono Sur. Debía realizarse en la propia embajada, pero a úlltimo momento se decidió hacerla en el Hotel Sheraton, lo que supuso que casi todos los miembros de la custodia de la legacíón diplomática abandonaran el edificio, que quedó prácticamente inerme, situación de la que hubo testigos tan claros como la ex empleada de la misma Dalila Dujovne y el futuro escribano Dario Minskas. Para mas datos, el ausente jefe del aparato de seguridad Roni Gorni fue seguidamente el encargado de desviar las investigaciones hacia una supuesta camioneta.bomba que nadie vio y de la cual tampoco hubo evidencias de su existencia, tal como certifico el mismísimo jefe del Departamento de Explosivos de la Policía de Tel Aviv, Jacob Levy.
Fuente: Pájaro Rojo. Link. Imagen:  La Nación.

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