Cerca de dos meses atrás, cuando Carlos Heller era precandidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, contó en un reportaje que siendo él vicepresidente de Boca fue a verlo Mauricio Macri para pedirle apoyo para ser presidente del club. Le explicó que tenía un proyecto político que pretendía ser senador o jefe de gobierno de la Ciudad. Heller agrega que ni él ni Antonio Alegre lo apoyaron.

La historia es conocida. Macri fue presidente de Boca, se hizo “popular”, fundó un partido político, ganó el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se hizo fuerte en el distrito y ahora aspira a gobernar el país.

Cualquier cosa menos un improvisado como sugerirían sus discursos.

El plan no es original. Tiene reminiscencias de la historia de Berlusconi en Italia. Propietario de medios, presidente del Milan, uno de los clubes más seguidos, creador de una fuerza política, presidente del Consejo de Ministros italiano por largos años.

Si miramos el esquema con que la fuerza política de Macri, el PRO, se instala en algunas provincias, también vemos que repite un patrón. Elige un mediático o alguien que haya sido ampliamente instalado por los medios de comunicación y en su torno arma la estructura política. Así Del Sel, Baldassi, Mac Allister,… les faltó tiempo para todo el país. Para completar los casilleros vacíos llamaron al radicalismo. Quizá la excepción sea la provincia de Buenos Aires.

Macri concreta así lo que durante 200 años la oligarquía argentina no pudo hacer: conformar una fuerza política competitiva y por ello recurrió sistemáticamente a las Fuerzas Armadas y a la colonización de partidos populares.

La tarea es altamente meritoria a pesar de que la línea editorial de este medio esté en las antípodas.

En su naturaleza está la negación de la discusión de lo político. Siempre pasa con las derechas, las derechas no necesitan argumentar las buenas razones del orden desigual vigente, sólo precisan que se siga reproduciendo.

Eso hace Macri diga generalidades, nimiedades, “el cambio”, “tocar el timbre”… ayer incorporó a Juana y María Marta de Florencio Varela, personajes ficcionales o actuaciones que vacían de reflexión la política y derivan en el retorno al neoliberalismo basándolo en el supuesto sentido común de los vecinos. Es un engaño.

Es un engaño, hay que denunciarlo como un engaño y exigir que se discutan proyectos, ideas, conceptos.

Eso Macri no lo discute porque tiene que justificar lo que fracasó estrepitosamente, su modelo es el de los noventa, con los mismos economistas que gobernaron durante los noventa, pero el lugar de discutirlo apela a una operación maquillaje.

Ayer, también, en Grecia, el pueblo dijo NO al ajuste.

El pueblo griego le dijo NO al proyecto de Macri.

El pueblo argentino le dice NO al proyecto de Macri desde 2003.

Estamos convencidos que le dirá NO en 2015. Pero, en cualquier caso si decidiera decir sí que lo haga consciente que es menos salario, menos paritarias, menos igualdad, más concentración, menos derechos y más insolidaridad. En todo caso parece mucho más atinado discutir estas cosas que los vacíos eslogans, las actuaciones y el merchandising.

Aportar a que se debatan en profundidad los modelos de sociedad en juego, a superar la trabajada superficialidad del marketing neoliberal es un buen desafío periodístico y ciudadano.

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