En el encubrimiento del atentado a la AMIA de 1994 está la génesis de un complot que hoy llegó al gobierno. Agencias israelíes y estadounidenses, servicios de inteligencia argentinos, jueces, poder político, económico y mediático, confabulado para mentir sobre uno de los hechos más traumáticos de la historia argentina.

No es sólo esto, es que repetir como loro la versión oficial es una especie de “pacto de sangre” para las mafias que luego operan en otros temas.

El investigador que más sabe sobre el atentado, otrora contratado y luego despedido por AMIA cuando no le gustaron sus hallazgos, Juan Salinas, a cuento del informe de Mario Cimadevilla y el renovado espacio en la agenda pública de cuestiones derivadas de aquel atentado recuerda el dato central del asunto: no hubo Trafic. No hay pruebas contra los iraníes. Al contrario, las pistas que llevan a otros lados son bloqueadas sistemáticamente, ahora por el macrismo.

AMIA – ENCUBRIMIENTOS. Denuncian que Macri lidera el principal. Lamentablemente hay periodistas “progres” que aportan su granito de arena

Juan José Salinas

El ex senador radical por Chubut Mario Cimadevilla, puesto al frente de la Unidad Especial de Investigación del Atentado a la AMIA por el presidente Macri, fue brutalmente eyectado del Gobierno cuando el propio Macri disolvió de un plumazo, por decreto, dicha secretaria en marzo del año pasado. Ocurrió luego de que Cimadevilla (y entonces también Elisa Carrió, que luego de denunciarlo se llamó a silencio) se le plantara al ministro de Justicia, Germán Garavano. Éste le había ordenado dejar de acusar a imputados (los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia) en el juicio por el encubrimiento a los asesinos que mataron a 85 personas, proceso oral y supuestamente público que se encuentra en sus tramos finales en los sótanos de Comodoro Py. Que discurre en medio de un casi total silencio informativo a pesar de que están siendo juzgados un ex presidente de la Nación, los entonces jefes del servicio de inteligencia estatal, altos jefes de la Policía Federal, quienes fueran juez y fiscales de aquella causa y encarcelaron a sabiendas de su inocencia a un grupo de policías bonaerenses a fin de obturar la posibilidad de que se diera con los culpables, y hasta quien presidía la entidad que a todas luces fue el objetivo del ataque mafioso (Rubén Beraja), una DAIA que oficia de embajada paralela de Israel y coordina oscuros negocios que habrían sido el principal motivo del ataque. Con la sangre en el ojo, Cimadevilla, un hombre con reputación de incorrupto, elaboró un informe de su actuación que tituló InfAMIA (Informe AMIA)… muy curiosa y sugestivamente el mismo título (por pura casualidad… no desprovista de causalidades) que el de mi último libro, dedicado sustancialmente a explicar la actuación de servicios y agentes de inteligencia nacionales y extranjeros no sólo en el encubrimiento, sino también en la ejecución misma del atentado. Haberse enfrentado a Macri y acusarlo de capitanear las renovadas maniobras de encubrimiento del viejo encubrimiento (encubrimiento al cuadrado) le valió a Cimadevilla que, para acallarlo, en marzo del año pasado, luego de su intempestivo despido, un comando de encapuchados asaltara su hogar, en Trelew, y se llevara, además de un puñado de billetes, el disco de su computadora. Cimadevilla no dudó entonces en responsablizar al Gobierno y a la AFI.

Ocultar el mecanismo

El informe de Cimadevilla tomó estado público en octubre pasado, casi al mismo tiempo que llegó a las librerías, editado por Colihue, mi libro homónimo. Pero fuera de Pájaro Rojo, Horacio Lutzky, Víctor Hugo Morales, Sergio Burnstein y creo recordar que Laura Guinsberg, nadie se dio por enterado y el tema pronto se diluyó en el fárrago de noticias calamitosas a las que no tiene sometido el Gobierno. Sin embargo, la aparición el domingo pasado en la tapa del diario Jornada de Chubut de una nota que llevó el título de AMIA: el duro informe de Cimadevilla donde acusa a Macri y Garavano de “encubrir amigos” (y la bajada “Es el documento que el ex senador le presentó al presidente. Habla de una ‘Unidad Especial de Encubrimiento’ y caratula la investigación como ‘infamia’”), en la que, entre otras cosas, Cimadevilla señala que “tanto Estados Unidos como Israel prefieren que persista el manto de dudas sobre los iraníes, a que realmente se avance a fondo para conocer si realmente tuvieron algo que ver”, hizo reaccionar al prolífico dúo formado por Irina Hauser y Raúl Kollmann, quienes publicaron ayer una nota que lamentablemente comienza con una crasa mentira: “En un informe que hasta ahora no se conocía…” y en la que luego aproximan el bochín al eje del encubrimiento al señalar que “el análisis de las maniobras de encubrimiento, que adquirieron una dimensión desmesurada, sostiene la hipótesis que se obstruyó la investigación sobre el mecanismo del atentado”.

Pero Kollmann-Hauser no se atreven a ir más allá. Por el contrario, llegados a ese punto, retroceden. Y es que Kollmann, que tan bien ha cubierto junto a Hauser los avatares del Caso Nisman, tiene la cola sucia respecto a su cobertura del Caso AMIA, donde ocultó sistemáticamente lo que Cimadevilla consigna en su InfAMIA y él vuelve por enésima vez a omitir: que no hay pruebas de que la mutual judía haya sido volada por un vehículo-bomba, y que por lo tanto se caen las presunciones de que hubo un chofer suicida y, lógicamente, que haya habido un kamikaze, fuera libanés (¡y de Hezbolá!) y reportara a los ayatolás iraníes. Bull shit.

Kollmann –ahora lamentablemente con la complicidad de Hauser– es contumaz en apuntalar el temblequeante meollo,carozo, piedra basal del encubrimiento, esto es, la existencia de una supuesta Trafic-bomba que nadie vio en la calle Pasteur aquella infausta mañana del lunes 18 de julio de 1994 y cuya existencia quienes estaban cerca de la puerta de la AMIA y sobrevivieron a las explosiones niegan a coro.

Direccionando

Hasta el punto de que en una segunda nota, complementaria, publicada junto con la anterior con el título “La pista iraní es débil” luego de señalar que servicios de inteligencia extranjeros que Cimadevilla consultó “cuestionaron la pista iraní, la participación de Hezbollah y la existencia de un suicida en el atentado”, porfían seguidamente que estos servicios habrían reconocido la participación de “un auto” cargado con explosivos “que tal vez no se incrustó (en la puerta de la mutual, tal como asegura la Historia Oficial al no poder ocultar que la explosión principal se produjo adentro del edificio) sino que cargaba explosivos que se direccionaron hacia la sede comunitaria”. Con lo cual, de paso, niegan que la explosión principal haya sido interna.

¿Rebuscado no? Y es que cada vez es mas difícil mantener en pie una añagaza semejante. Porque no hubo ninguna Trafic en la calle Pasteur al 600 a las 9.53 de aquel lunes. Y había muy pocos, poquísimos automotores como dieron fe muchos testigos de que antes de las explosiones sobrevino un insólito silencio. Y es que el tránsito había sido cortado en la esquina de Corrientes y Pasteur, todo indica que por una camioneta camuflada de ambulancia al mando de un experto en explosivos, el ultraderechista ex sargento 1º Jorge Orlando Pacífico, también involucrado en el tráfico de armas e, incluso, de un helicóptero artillado.

Pacífico fue el supuesto testigo de una conversación de bar que habría escuchado desde una mesa contigua. Supuesta conversación que sirvió como “prueba” para que se enviara a Amado Boudou a la cárcel en el marco del Caso Ciccone. Lo que le granjeó enorme simpatías en quienes desde el Gobierno encomian la labor de Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors y principal operador judicial de las operaciones judiciales “por izquierda”, maniobras en las que descuellan entre otros el todavía juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli.

PUEDEN LEER AQUI, infAMIA, EL INFORME COMPLETO QUE MARIO CIMADEVILLA LE PRESENTÓ A MAURICIO MACRI.

Fuente: Pájaro Rojo. Link. Imagen: La Arena.

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