Lorenzetti, desbordado, termina dando un escandaloso golpe de estado. Da al traste con 32 años de democracia. ¿Por qué lo hace?

La seguidilla de absurdos del Poder Judicial de los últimos tiempos termina con un papelón insólito: una jueza da un “golpecito” institucional. Acorde a los golpes de nuevo cuño, la declaración de Servini de Cubría determinando que Cristina Fernández culmina su mandato el 9 de diciembre a las 24 hs. y designando, ella, a Pinedo por doce horas, es un mazazo a la democracia.

El supuesto que esa decisión no tenga incidencia más que en adelantar mediodía los acontecimientos encierra una equivocación: no lee el mensaje de los jueces.

El mensaje, que no es de Servini de Cubría sino del Poder Judicial en cabeza de Lorenzetti, es que han retornado los tiempos que los políticos pueden jugar a la política pero los tutores los vigilan y marcan los límites. El poder económico y mediático que asume su alianza estratégica con la Corte de Lorenzetti será de ahora en adelante el árbitro de última instancia del horizonte de posibilidades de nuestro pueblo.

Lorenzetti venía generando hechos que mostraban el afán revanchista del poder real contra el kirchnerismo. El reciente fallo contra las jubilaciones fue un anuncio al respecto y una señal del camino de destrucción del Estado de derechos que pretenden.

El narcisismo del presidente de la Corte y su indisimulado deseo de acariciar el bastón presidencial no encuentran una adecuada respuesta en el sistema político por la fuerte carga ideológica del nuevo presidente de la Nación.

Con políticos sensatos hace rato que Lorenzetti enfrentaría un juicio político. Con Macri, el presidente del poder real, la cuestión no es un problema de egos, Lorenzetti es un resguardo más para un país gobernado por sus propios dueños.

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