Por: Carlos Almenara

Desde hace cuatro años el dispositivo que hoy gobierna la Argentina urde una trama para que persuada, convenza a la población. Pensada, planificada, implementada con un poder que no se había visto. Desde 2008 Clarín prueba y prueba. Con Lanata y luego con Stiuso dio un salto de calidad. El engaño semiótico adquiere una nueva dimensión cuando se lo acompaña de un acontecimiento. Es lo que saben ancestralmente los espías, expertos en operaciones.

El momento más exitante para el relato oligárquico fue la muerte de Nisman. A partir de allí fue el paradigma, todo debía remitirse a aquello, todo debía evocar la urdimbre, en general no dicha explícitamente pero sí sugerida, de la complicidad de Cristina. Fue el paradigma hasta ayer.

Podrían denunciar que alguien robó. Pero ellos saben que no es lo mismo un titular de soborno o sobreprecio que una imagen de gente que pueden vincular a una fuerza política contando plata. Por eso pasaron una y otra vez lo que llamaron “la Rosadita”. Por eso la evocación de Lanata a bóvedas ocultas. Por eso la escena de López ayer.

No alcanza con el título, debe apelarse a lo sensible. Un objeto que materialice todo el universo conceptual, sobre el que día tras día los tanques mediáticos machacan. Bóvedas, bolsos, palas, son íconos.

Y esos íconos disparan sensaciones. No será racional el odio que disparan. No es por las razones, hay un dispositivo emocional involucrado impermeable a la argumentación. No basta alegar que vale tanto lo que alegremente se naturaliza como la plata negra del presidente, como alguien que llamativamente hace pozos por las noches. No basta historiar que Macri hizo su fortuna como contratista de obra pública del Estado, o sea aquél que pagaría las coimas que alguien intentaba tapar con tierra.

Es el moño de una trampa semiótica que urden desde la crisis de las retenciones móviles.

Esta es la gran historia de los últimos diez años en Argentina. Hace falta profundizar la reflexión sobre estas cuestiones, investigar el grado de complot.  La democracia sólo será posible desenmascarando la estafa.

Hay métodos ilegales, inteligencia interna, extorsión, escuchas a jueces y fiscales, hay presos políticos, todo hecho por organismos estatales. Es la dictadura por otros medios y a veces pareciera que no terminamos de darnos cuenta.

Que hayan construido una burbuja de sensibilidades que no permiten el raciocinio sólo puede implicar una dificultad adicional a algo que de todos modos hay que hacer.

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.