Por: Carlos Almenara

El 17 de julio de 2008 Julio Cobos fue protagonista de un hecho clave de los últimos años. La Sociedad Rural lo recordó y hace muy bien en festejarlo. Incluso podría ponerle el nombre Julio Cobos a un pabellón del predio de Palermo, así como hoy recuerdan a Martínez de Hoz. Clama al cielo que le pongan el nombre Carlos Menem por lo menos a alguna placita interior.

Las implicancias de aquel voto “no positivo” a la Resolución 125 fueron y son muchas. La defección de quien era principal referente de una idea de “concertación” política, las dificultades subsecuentes para las concertaciones políticas, el fortalecimiento de la derecha golpista, la ignominia de ese fallido intento de golpe blando… las secuelas son muchas. Quizá, también, un proceso de profundización de lo mejor del Kirchnerismo que implicó ampliación de derechos y radicalización de la disputa cultural.

Quiero remitirme a las consideraciones económicas de entonces. Estaba en discusión gravar rentas extraordinarias de los sojeros con un mecanismo indispensable en Argentina: las retenciones.

Hoy que se debate sobre el futuro presidente se actualiza aquella discusión. Pueden ser segmentadas o no, pueden ser de un modo o de otro, pero las retenciones a la exportación de soja y algunos otros granos son imprescindibles en el país. Hay candidatos que prometen eliminarlas. ¿Qué pasa si lo hacen?

Varias cosas, lo principal: se destruye la industria y las economías regionales.

Tal vez te preguntes ¿qué tiene que ver una cosa con otra?

Están conectadas a través de una variable que afecta toda la economía: el tipo de cambio, el precio del dólar.

Como pedagógicamente explicó Aldo Ferrer durante aquellos días, Argentina es un país que sufre la “enfermedad holandesa”. Esa “dolencia” de la economía tiene ese nombre por conceptualizarse en relación al momento en que se descubre petróleo en el Mar del Norte, en la parte perteneciente a Holanda, país que pasa de importador a exportador de petróleo. Holanda exportaba bienes industriales e importaba petróleo y otros productos primarios.

Pongámonos en el lugar de la Phillips. Fabrica lámparas que, supongamos, vende a u$s 1 (un dólar) cada una. Supongamos, también, que el dólar vale 10 florines. Con esos 10 florines por lámpara Phillips cubre los costos y obtiene una ganancia.

Cuando Holanda empieza a exportar petróleo entran muchos dólares, el precio del dólar baja, supongamos a 4 florines. Ahora una lámpara que Phillips sigue vendiendo a un dólar (precio internacional) le compensa a la empresa 4 florines. Con eso debe cubrir sus costos y su ganancia. Se ve cómo el descubrimiento de petróleo le implicó, en ausencia de intervención estatal, un perjuicio a la industria holandesa. Con mercados libres, el nuevo equilibrio se obtiene a un tipo de cambio menor sacando de producción a varias industrias. Así hasta el equilibrio en el nivel que hace sustentable la actividad más productiva (y ninguna más).

Por razones como esta también se llama a este fenómeno “la maldición de los recursos naturales”.

En Argentina pasa algo parecido a aquella Holanda, el producto en que el país tiene una productividad única en el mundo, su pampa feraz, puede trabajar con un dólar de $ 2 ó de $ 3 ó de $ 4… la industria necesita otro tipo de cambio.

Eliminar las retenciones supone unificar el tipo de cambio para todas los productos y tender a un “equilibrio” del tipo de cambio al nivel de la actividad más productiva, la soja.

Es decir lo que está en discusión cuando se habla de las retenciones a la exportación de granos no es sólo la recaudación estatal, no es sólo la redistribución de la renta, no es sólo la renta extraordinaria de una actividad, como si estas cuestiones no fueran lo suficientemente importantes, es también la posibilidad de un país con industrias y economías regionales. Como defendía y defiende Aldo Ferrer, una economía diversificada en que las distintas actividades puedan desarrollarse y sustentarse.

Es importante destacarlo, las economías regionales, los aceituneros en Cuyo, los fruticultores en el Alto Valle, los viñateros, los productores azucareros, yerbateros tienen su suerte atada a la industria y no a la Pampa Húmeda, a la metalurgia y no a la soja.

Puede parecer un tema menor, no lo es. La disputa por un modelo de país industrial o un modelo de país agroexportador cruza toda nuestra historia. Es condición de posibilidad para todas las mejoras y conquistas sociales y para la independencia nacional.

También esto está en discusión. También aquí deja un pésimo recuerdo la vergonzosa vicepresidencia de Cobos.

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