El editorial de Lanata insultando a Cristina es más de lo mismo que vienen haciendo desde 2008. El problema no es Lanata, es Magnetto. ¿Qué derecho tiene Clarín a llenar de odio los hogares y las cabezas de los argentinos sin que podamos responder?

El modo en que la democracia está sometida a los ataques de las corporaciones es inédito. La cápsula semiótica a que la concentración mediática obliga a la población argentina requiere pensar profundamente sobre estas cuestiones. No hay democracia posible con este nivel de macartismo y extorsión sobre jueces, diputados, senadores, no hay democracia posible con este conjunto de mentiras y engaños perpetrados de modo coordinado por toda la maquinaria del poder.

El caso de Lanata el domingo 16, es sólo un punto alto de ese mismo recorrido. VER

No se trata ni de libertad de prensa ni de libertad de expresión.

Desde ya, no hay libertad de expresión en el grupo Clarín. Sí es relativamente novedoso el nivel de articulación discursiva desde un zócalo en TN a un comentario de lector en el diario, pasando por un editorial radial. Está todo organizado de modo publicitario de manera que cada uno de los elementos posicione el concepto a transmitir.

Es un poder que no está democratizado, que no tiene equivalencia y, en consecuencia, no hay disputa “entre medios” que restablezca la deliberación.

Tampoco hay derecho a réplica, ni democracia, ni pluralismo, ni responsabilidad social en los propios medios de Clarín.

El corazón de la disputa política tiene que ver con recuperar la agenda que permitió la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, pero ahora de modo más radical.

Será imposible avanzar sin una impugnación profunda a ese tipo de macartismo. No es sólo que hay que distribuir la propiedad, es que hay que decir con todas las letras que no tienen derecho a insultar como insultan. Lisa y llanamente no tienen derecho. No es admisible.

Estamos en el peor de los mundos, los sectores populares no tenemos voz, somos censurados, mientras las corporaciones instalan discursos macartistas y engaños de una potencia desconocida. ¡Y en nombre de una supuesta libertad de expresión!

La defensa liberal de la libertad de expresión, muy bonita en teoría, fracasa estrepitosamente, si no se controla socialmente un piso de urbanidad y no agresión en los discursos de la comunicación social. Si no se garantiza un mínimo de pluralismo.

No hay libertad de expresión hoy en Argentina. La censura macrista no sólo aplica a medios masivos, incluyendo listas negras en medios públicos, supresión de Telesur o extorsión a empresas para que no publiciten a quienes les molesta, llega hasta las redes sociales con sus patoteros troll centers que son otro espectáculo bochornoso.

Esta sigue siendo una cuestión medular para oponernos al gobierno liso y llano de las corporaciones. Al plan de escarnio al pueblo. Radicalizar la reflexión al respecto es un requisito para combatir el oprobio.

Imagen: portada libro José Carbonelli, Canal 13 el robo impune que enriqueció a Clarín.

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