Un grupo de tareas camuflado para atacar población civil, con instrucciones de disciplinar y recaudar para Larreta, asesinó a Lucas González. Inocultable responsabilidad del jefe porteño.

Lucas González volvía de una práctica de fútbol en Barracas Central con tres amigos

Gatillo fácil: la Policía porteña asesinó a un chico de 17 años 

Tres policías iban de civil en un auto no identificado, persiguieron a cuatro adolescentes y los balearon. Aseguraron que estaban «en actitud sospechosa». El jueves a la noche, 34 horas después, el ministro de Seguridad porteño reconoció el episodio. El jefe de Gobierno, Rodríguez Larreta prometió: «Seremos inflexibles con los policías que actúan fuera de la ley».

Por Santiago Brunetto

Lucas González murió este jueves a sus 17 años, asesinado por agentes de la Policía de la Ciudad. Le reventaron la cabeza de dos balazos cuando volvía con tres amigos en auto del club Barracas Central, donde jugaba en las divisiones inferiores. «Fue gatillo fácil», sentenció su madre para desmentir la versión inicial de la fuerza porteña, que había instalado extraoficialmente que los cuatro chicos habían sido interceptados en «actitud sospechosa» por el oficial mayor Fabián López, el oficial José Nievas y el inspector Gabriel Isassi. 

Los efectivos operaban de civil y en un vehículo no oficial, por lo que los chicos creyeron que les querían robar y aceleraron, según reconstruyeron sus testimonios. «Les tiraron a matar», denunció la familia de Lucas. Las evidencias dejan a la luz una pregunta clave: ¿qué hace una brigada de civil, sin identificación, disparando contra cuatro chicos que salen de jugar a la pelota?

«Le pegaron un tiro a mi amigo»

“Mi sobrino acaba de fallecer. Les pido ahora que respeten a la familia en este triste momento». Pasadas las 17.30 del jueves, Emanuel, tío de Lucas, comunicó la noticia a la prensa en las puertas del Hospital El Cruce de Florencio Varela. Lucas había llegado a ese centro de salud en la madrugada del jueves. Desde las 9 30 del miércoles, cuando fue baleado en el cruce de Alvarado y Perdriel, Barracas, había estado internado en el Hospital Penna.  La familia denunció maltratos de los agentes de seguridad que se encontraban en el centro de salud: les decían que Lucas era un delincuente. La versión se condice con un audio policial al que accedió Página/12: «Un herido de arma de fuego de los cacos cayó al hospital», dice un agente. 

El oficial mayor López, el oficial Nievas y el inspector Isassi, que estaba a cargo del grupo, revistaban en la Comisaría 4D de Barracas. Los tres fueron separados de la fuerza y sumariados.

El jueves a la noche, Alejandro Cilleruelo, a cargo del Juzgado de Menores N°4, ordenó las detenciones de López, Nievas e Isassi, los tres de la Comisaría 4D de Barracas. El mismo juez separó a la Policía de la Ciudad de la investigación y dejó los peritajes a cargo de la Policía Federal. Secuestraron las tres armas reglamentarias, vainas servidas 9 milímetros, e investigan de cuál (o cuáles) arma salieron las balas. En esas horas, también, el ministro de Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, presentó al juez un escrito en el que requirió «medidas urgentes» respecto de los tres policías para «evitar cualquier entorpecimiento de la investigación»

De los tres investigados, al menos uno tenía antecedentes curiosos: en 2016 Isassi formó parte de una comitiva de policías porteños llegada a Río Gallegos supuestamente en plan de paseo, pero armada con al menos una Glock, según denunció Cristina Fernández de Kirchner entonces, poco después de que apareciera violentada la puerta de la casa paterna de Néstor Kirchner.

Lucas vivía en Varela y el miércoles a la mañana salió con sus tres amigos hacia Barracas. Los iba a acompañar a una prueba que se realizaba en las divisiones inferiores de Barracas Central. Él, ya jugador del club, ilusionado por el posible ascenso del equipo (aunque era hincha de Defensa y Justicia), todos los días iba a entrenar en transporte público, pero este miércoles viajó en el auto de uno de sus amigos. Al salir del club, reconstruye la familia a partir del relato de los tres sobrevivientes, los amigos subieron al Volkswagen Suran y pararon para comprar un jugo. Unas cuadras después de reiniciar la marcha, los cruzó un Nisan Tiida, sin identificación oficial. A bordo iban los tres policías vestidos de civil, por lo que los chicos creyeron que eran ladrones y aceleraron.

«Cuando les cruzamos el vehículo para obligarlos a detener, el acompañante esgrime un arma de fuego, colisiona al chofer y ahí continúa el procedimiento», dice uno de los policías en otro audio, con el que inicialmente la Policía intentó instalar que los chicos estaban en «actitud sospechosa». El «procedimiento» fue balear el auto directamente a los vidrios.

El «arma de fuego» que refirieron los policías y los chicos negaron tener  era de mentira. «Empezaron las pericias y a las ocho horas encontraron un arma de plástico», relató Emanuel, que denunció que el objeto fue plantado por la fuerza policial. El padre del chico que manejaba, en tanto, contó que, minutos después de la balacera (el auto tenía cuatro balazos), su hijo lo llamó para contarle lo ocurrido. «Papi, me quisieron robar y le pegaron un tiro a mi amigo», dijo, aun creyendo que se trataba de un asalto. 

Los tres amigos buscaron a otros policías para pedir ayuda: los efectivos los detuvieron. Mientras Lucas luchaba por su vida y López, Nievas e Isassi aún estaban libres, sus tres amigos estaban en el Instituto Inchausti. Recién a las 9.30 del jueves, 24 horas después de la balacera, los liberaron en el marco de una causa caratulada como «averiguación de ilícito». «Que no haya ningún Lucas más. No lo va a haber porque nosotros nos vamos a encargar de esclarecer todas las cosas. No le tenemos miedo a nadie», aseguró Mario, el padre de Lucas, ya entrada la noche del jueves. 

«Fue gatillo fácil»

«Desde el primer momento nos pusimos a disposición de la Justicia», dijo el ministro de Justicia y Seguridad porteño, Marcelo D’alessandro, en una conferencia de prensa a las 19.30 del jueves, 34 horas después de ocurridos los hechos. Fue la primera voz oficial que se expresó. El miércoles, ningún representante del GCBA negó la versión instalada por la fuerza policial. Mientras el ministro hablaba, en su cuenta de Twitter, una de sus últimas publicaciones celebraba el quinto aniversario de la creación de la Policía de la Ciudad, cuyo festejo -luego suspendido- iba a realizarse anoche en el Teatro Colón. 

«Fue una mala actuación de personal policial», indicó a su turno el jefe de la Policía porteña, Gabriel Berard, esgrimiendo la versión de las ovejas negras. «Seremos inflexibles con los policías que actúen fuera de la ley», reafirmó en su cuenta de Twitter el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. 

“Basta de gatillo fácil. Ni un pibe menos”, respondía al mismo tiempo uno de los carteles que se levantaban frente a la Comisaría 4D vallada. Allí, amigos, familiares, vecinos y compañeros del club pedían justicia por Lucas. La noticia del fallecimiento del chico los había encontrado en Vélez Sarsfield e Iriarte, donde inició la concentración, el lugar en que los tres policías comenzaron a perseguir a los chicos. 

«Te miran mal cuando caminás, te quieren parar, te piden documento por la forma en que te vestís. Con uniforme o sin uniforme te miran mal por tener una visera», decía un compañero de Lucas de Barracas Central, sobre el operar cotidiano de la policía en la zona sur de la Ciudad. En la conferencia de prensa, al ser consultado por el modus operandi de los tres agentes, el propio D’alessandro confirmó que era una brigada que operaba de civil y sin identificación. «Muchas veces hacen tareas de prevención», arguyó, sin explayarse.

También en Varela, frente al Hospital, desde temprano en la mañana se juntaron vecinos y familiares del joven. «Queremos Justicia para Lucas, asesinado por esta maldita Policía. Basta Argentina. Démonos cuenta que esto no tiene que pasar más. Se tiene que acabar», sostuvo Emanuel al dar la noticia del fallecimiento de su sobrino. Horas antes, temprano en la mañana, cuando la versión de la Policía aún corría como cierta, la voz entrecortada de Cinthia, la madre de Lucas, había sentenciado: «Fue gatillo fácil». «La Policía sabe muy bien lo que hizo y yo no voy a parar, les juro que no voy a parar hasta que esto salga a la luz», añadió.

Fuente: Página/12. Link. Imagen: composición.

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