Cual vómito de las entrañas, ese vómito visceral que las injusticias y el sufrimiento humano provocan, que la indiferencia sostiene y que mi ser resiste y expulsa…

Quisiera que éste fuese un artículo explicativo sobre las adicciones y sus consecuencias en nuestros jóvenes…

Quisiera fuese un relato sobre los pibes que mata el paco, un relato…

Quisiera fuese solo una denuncia de la realidad…

Quisiera…. Pero no, no me viene en gana la pulcritud y disciplina que debería tener un artículo

Los pibes, nuestros pibes, que mata el paco, sí que mata… están, los vemos, los escuchamos (los escuchamos?), dialogan con nosotros, nos interrogan, nos gritan, nos llaman, están aquí en las puertas de nuestras escuelas, en nuestras aulas, son nuestros alumnos, hijos, vecinos. ¿Nos cosquillea el alma asumirlo?, debería.

Deberíamos asumir desde nuestro rol docente que asistimos a un momento político de ampliación de Derechos que lejos de ser solo declamados en leyes protectoras significan una práctica concreta y con ello una necesidad imperiosa de ser parte, de militar y legitimar prácticas sociales, culturales, educativas de respeto irrestricto de esos derechos. La educación como hecho político es quizás el espacio privilegiado para esto.

En los últimos años, gracias a políticas educativas nacionales, los pibes y pibas de los sectores sociales más postergados, invisibilizados, han podido acceder a uno de los Derechos Humanos fundamentales, la educación. Estos pibes vienen de un contexto golpeado por las injusticias sociales de décadas, vienen, humillados, negados, discriminados, violentados, criminalizados, pero vienen, golpean las puertas de la escuela, es posible que desde nuestra condición docente, profesional, ética, humana, política, cerramos la puerta por 10 minutos de tardanza al horario establecido? Diez minutos en siglos de exclusión?

Es posible…

Y aquí debería comenzar un extenso relato que de tan cotidiano podemos adivinar: 18 hs toca timbre de ingreso, tic tac tic tac… el tic tac de las llaves que cerraran la puerta pasados 15 minutos y dejarán fuera a un grupito de pibes que, seguro llegaron tarde porque se quedaron fumando, vagueando, porque no comprenden las reglas que son claras y que si les dejamos pasar una sonamos… Pero ahí nomás, al ladito están nuestros pibes dándole al paco, aspirando de una sola vez la vida entera, dejando de una sola vez la vida, sintiendo ese tic-tac como la parca que les ronda. Y la única respuesta es una rígida ostentación de poder sobre unas llaves, sobre las reglas del bien vivir, el bien cumplir, el bien ser, una pose afeitadita y pulcra, lavadita y perfumada de lo que la educación ha sido y debería seguir siendo por los siglos de los siglos.

Pues, me niego, reniego, me enojo, grito, lloro… argumento, contra quién?, contra nosotros que debemos dejar de ser parcos ante la parca y el paco, contra nosotros docentes (en primera persona y rol) que debemos hacernos cargo que nuestros pibes quieren entrar, quieren saber, porque señores, señoras, colegas hay algo que nos iguala, la ignorancia, no ignoremos a nuestros pibes, ayudémoslos a espantar la parca del paco, con puntualidad extrema, no da lugar a la media falta.

Porque cada pibe que se nos cae, cada uno que se vuelve a su casa humillado, convencido de que el problema es él, convencido de que es él a quien no le da la cabeza. Cada uno de ellos, sobre todo, si es una chica o un muchacho pobre, no es una ley sociológica que se verifica, es un crimen que nosotros cometemos…”(Eduardo Rinesi, 2014)

“Cada uno de ellos [estudiantes] que se nos cae, cada uno de ellos que se va a su casa humillado, cada uno que se va convencido de que el problema es él, convencido de que es a él que no le da la cabeza. Cada uno de ellos, sobre todo, si es una chica o un muchacho pobre, no es una ley sociológica que se verifica, es un crimen que nosotros cometemos…”

“Porque cada pibe que se nos cae, cada uno que se vuelve a su casa humillado, convencido de que el problema es él, que es a él al que ‘no le da la cabeza’, cada uno de ellos, sobre todo si es un muchacho/a pobre, es un crimen que nosotros cometemos. Cuando podamos pensarnos como sujetos obligados a dejar de cometer esos crímenes contra los DDHH de nuestros estudiantes, cuando podamos pensarnos como sujetos radicalmente iguales entre sí, radicalmente iguales entre nosotros, entonces estaremos un poco más cerca en el camino de hacer del derecho a la educación, un derecho universal y efectivo para todos y todas.” (Eduardo Rinesi, 2014)

Fuente: Aída Galán Guajardo www.la5tapata.net

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