Macri anunció eliminación de retenciones. Dos textos que explican por qué Argentina las necesita, diferenciadas y flexibles, para sostener su industria y las economías regionales. El problema es político y comunicacional dado el inédito grado de encubrimiento de los medios hegemónicos.

Las retenciones: ¿qué son y para qué sirven?, por Aldo Ferrer

El debate reiniciado en torno de las retenciones aconseja reflexionar sobre un tema en que subsiste mucha confusión. En mi intervención en las comisiones de Agricultura y Hacienda de la Cámara de Diputados de la Nación, durante el tratamiento de la Resolución 125, destaqué que el debate se limita a la distribución del ingreso cuando, en realidad, lo que está en juego es la estructura productiva y el desarrollo económico.

Es muy difícil llegar a un acuerdo mientras el problema se siga discutiendo en términos de distribución del ingreso. Porque si el objetivo de las retenciones es aumentar la recaudación, el ruralismo puede razonablemente preguntar por qué gravar sólo al campo y, en todo caso, por qué no por otros medios, por ejemplo el impuesto a las ganancias o a la tierra libre de mejoras. Lo mismo sucede si las retenciones se conciben para desacoplar los precios internos de los alimentos de los internacionales, porque el mismo objetivo podría alcanzarse con subsidios. En resumen, las retenciones para tales fines pueden ser suplantadas por otros instrumentos.

Para el único fin para el cual las retenciones son insustituibles es para establecer tipos de cambio diferenciales, que es lo que realmente importa para la competitividad de toda la producción interna sujeta a la competencia internacional, en toda la amplitud del territorio nacional y sus regiones. ¿Por qué es preciso, simultáneamente, tener mucho campo, mucha industria y mucho desarrollo regional? ¿Por qué es necesaria la rentabilidad de toda la producción sujeta a la competencia internacional? Por la sencilla razón de que toda la cadena agroindustrial genera 1/3 del empleo y, por lo tanto, es inviable una economía, próspera de pleno empleo, limitada a ser el “granero del mundo”.

Por el hecho, también, de que la ciencia y la tecnología son el motor del desarrollo de las sociedades modernas y, para ponerlo en marcha, es indispensable una estructura productiva diversificada y compleja que incluya, desde la producción primaria con alto valor agregado, hasta las manufacturas que son portadoras de los conocimientos de frontera.

Precios relativos. El tema de las retenciones surge del hecho de que los precios de los productos agropecuarios respecto de las manufacturas industriales son distintos de los precios relativos de los mismos bienes en el mercado mundial. No se trata de un problema exclusivamente argentino. En Europa, por ejemplo, sucede a la inversa que en nuestro país: las manufacturas industriales son relativamente más baratas que los productos agropecuarios.

En consecuencia, en la Unión Europea se subsidia la producción agropecuaria, lo cual insume la mayor parte de los recursos comunitarios. Si no lo hiciera, desaparecería la actividad rural bajo el impacto de las importaciones, situación inadmisible por razones, entre otras, de seguridad alimentaria y equilibrio social. En resumen, todos los países utilizan un arsenal de instrumentos (aranceles, subsidios, tipos de cambio diferenciales, etcétera) para “administrar” el impacto de los precios internacionales sobre las realidades internas, con vistas a defender los intereses “nacionales”.

La causa de la diferencia entre los precios relativos internos e internacionales radica en razones propias de cada realidad nacional. Entre ellas, los recursos naturales, nivel tecnológico, productividad y organización de los mercados. En la Argentina inciden, entre otros factores, la excepcional dotación de los recursos naturales y los factores que históricamente condicionaron el desarrollo del agro y de la industria.

En nuestro país, las llamadas “retenciones” son el principal instrumento para resolver el hecho de que, por ejemplo, la producción de soja es internacionalmente competitiva con un tipo de cambio, digamos, de 2 pesos por dólar y la de maquinaria agrícola, de 4. Los tipos de cambio “diferenciales” reflejan las condiciones de rentabilidad de la producción primaria y las manufacturas industriales. La brecha, es decir, las retenciones, no es estrictamente un impuesto sobre la producción primaria, sino un instrumento de la política económica. Genera un ingreso fiscal cuya aplicación debe resolverse en el presupuesto nacional, conforme al trámite constitucional de su aprobación y puesta en práctica.

El mejor de los instrumentos posibles. ¿Cuáles serían las consecuencias de unificar el tipo de cambio para eliminar las retenciones? En nuestro ejemplo, si el tipo de cambio fuera el mismo, 2 o 4 por dólar, tanto para la soja como la maquinaria agrícola, en el primer caso (2 por dólar), desaparecerían la producción de la segunda y gran parte de la industria manufacturera, sustituida por importaciones. Las consecuencias serían un desempleo masivo, aumento de importaciones, déficit en el comercio internacional, aumento inicial de la deuda externa y, finalmente, el colapso del sistema. En el segundo caso (4 por dólar), se produciría una extraordinaria transferencia de ingresos a la producción primaria, el aumento de los precios internos y el desborde inflacionario.

En principio, en este segundo caso podría elegirse un camino alternativo, es decir, absorber vía impuestos las ganancias excedentes de la producción primaria y, con estos recursos, compensar a la industria manufacturera y subsidiar el consumo de alimentos. En la práctica, esta variante es inadministrable. En la actualidad, las retenciones son, en consecuencia, la forma más práctica de resolver el problema de la asimetría de los precios relativos internos y externos.

En palabras de Marcelo Diamand, dada nuestra “estructura productiva desequilibrada”, es inviable la unificación del tipo de cambio para toda la producción sujeta a la competencia internacional. El pleno desarrollo del país irá eliminando los actuales desequilibrios y transformando la formación de los precios relativos, lo cual permitiría unificar el tipo de cambio, eliminar las retenciones y emplear otros instrumentos para “administrar” las señales que transmite el mercado internacional.

La cuestión nacional. Si se genera el convencimiento compartido sobre la estructura productiva necesaria y posible, se abandona la discusión de las retenciones como un problema reducido a la distribución del ingreso. Se plantean entonces dos cuestiones centrales. Por una parte, el tipo de cambio que maximice la competitividad de toda la producción nacional sujeta a la competencia internacional. Es decir, el tipo de cambio de equilibrio desarrollista. Por la otra, el nivel de las retenciones compatibles con la rentabilidad de la producción primaria e industrial, tomando en cuenta los cambios permanentes en las condiciones determinantes de costos y otras variables relevantes. Las retenciones deben ser “flexibles” y tomar nota de tales cambios.

Al mismo tiempo, deben aplicarse de la manera más sencilla posible. Por ejemplo, la comprensible demanda del ruralismo integrado por pequeños y medianos productores, de recibir un trato preferente, es probablemente difícil de cumplir con retenciones distintas conforme el tamaño de las explotaciones o la distancia a los puertos y centros de consumo. Otros medios pueden seer utilizados con más eficacia para los mismos fines.

La puja por la distribución de la riqueza y el ingreso es inherente a toda economía de mercado, pluralista y democrática. El planteo de los tipos de cambio diferenciales y las retenciones en términos de estructura productiva no elimina la puja distributiva del ingreso entre sectores (campo-industria) y actores sociales (capital-trabajo). Pero permite encuadrarla en el marco del desarrollo nacional. Vale decir, el pleno despliegue del potencial, la gobernabilidad, la libertad de maniobra en un mundo inestable, la inclusión social, factores todos que, en definitiva, son esenciales para la prosperidad del campo, de la industria, de las regiones, del capital y el trabajo.

En resumen, para resolver la puja distributiva de manera consistente con el desarrollo y la estabilidad, es preciso abordarla desde la perspectiva del interés nacional. Para contribuir a tal fin es indispensable aclarar, de una vez por todas, qué son y para qué sirven las retenciones.

Fuente: Agencia Paco Urondo – Buenos Aires Económico (julio 2010)

Las imprescindibles retenciones

Por: Carlos Almenara
El lunes 2 de agosto El Sol publicó una extraordinaria explicación de Aldo Ferrer acerca de por qué las retenciones a la exportación de granos son imprescindibles.
La cuestión que se discute con las retenciones son los precios relativos de nuestra economía. Éste es el principal problema. ¿Por qué? Porque de lo que se está hablando es de la posibilidad de términos de intercambio diferenciales. Ocurre lo siguiente: en Argentina se puede producir rentablemente soja con un dólar de $ 2, pero no se pueden producir tractores ni autos ni aceitunas ni vino ni pera con ese valor del dólar que es la moneda de referencia internacional para valuar los bienes en nuestra región.
Entonces, si el precio del dólar fuera de $2 ¿qué produciría Argentina? Soja, granos, algunos productos primarios. ¿Por qué no produciría autos, tractores, aceitunas, vinos ni peras? Porque sería más barato importarlos. Recordemos que en los noventa las aceitunas que encontrábamos en los supermercados eran españolas, los duraznos, griegos. ¿Cómo fue posible esto en una Mendoza que desde siempre produjo aceitunas y duraznos? Porque la convertibilidad congeló por ley un tipo de cambio que hizo perder competitividad a las economías regionales.
¿Qué pasa con un dólar a $ 4 como ahora? La industria puede trabajar, las economías regionales también, productos que antes se importaban ahora se fabrican aquí, la economía se orienta a proteger el trabajo nacional, no a importarlo.
Pero Argentina tiene una particularidad, ¿qué pasa con el productor de soja con un dólar pleno a $ 4? Tiene una rentabilidad extraordinaria, súper extraordinaria. Pero ese no es problema central, hay dos problemas mayores, el deterioro del poder de consumo popular y la sustentabilidad de largo plazo del tipo de cambio.
Los bienes para los que Argentina tiene una fenomenal ventaja comparativa son los productos derivados de la pampa húmeda, son alimentos necesarios. El efecto de una eliminación de las retenciones sería un encarecimiento inmediato de todos los alimentos. Resulta risible y sólo adjudicable a la mala fe el argumento que no comemos soja. – Mire la mala política agropecuaria actual que ha subido el precio de la carne – dice Biolcati – a renglon seguido, la cantinela de que bajen las retenciones a la soja. Es precisamente una baja de las retenciones lo que haría aumentar más el precio de la carne, es precisamente que las retenciones a la soja no son suficientemente altas lo que hace encarecer la carne. Contradiciendo en un extraño sentido la teoría económica y con inocultable cinismo decía uno de estos personajes – déjennos ganar con la soja para poder mantener las vacas. Mentira, no hicieron ni hacen eso, ganan con la soja y desertifican los campos con la soja. No plantan ni plantarán cultivos menos rentables, ni destinarán los campos a ganadería por caridad.
No solo que bajar las retenciones a la soja sería inconveniente para la diversidad productiva rural, para la soberanía alimentaría y para la preservación de los suelos, sino que al contrario la medida correcta destinada a estos objetivos es subir las retenciones a la soja. Si suben las retenciones a la soja, campos ahora destinados a ese cultivo se destinarán a ganadería, a lechería, a trigo, maíz, apoyados en una racionalidad (no la única) que entienden, los empresarios harán lo que es mejor negocio.
Sin retenciones operaría un sistema cambiario que haría difícil sostener en el tiempo lo que Ferrer llama un tipo de cambio de equilibrio desarrollista volviendo a lo que ha sido la tendencia de largo plazo de la economía, un peso sobrevaluado. Lo que Biolcati sin ilustración pero con el instinto que corresponde a un presidente de la Sociedad Rural explicaba como la Argentina del centenario. Con claridad lo plantea Biolcati, su modelo agroexportador es incompatible con un modelo que contenga industria y economías regionales; no es válido lo inverso, un modelo productivo con inclusión tiene lugar para una economía rural pujante. Pero dirimir esta encrucijada representa un desafío de otro tenor, no económico.
El problema político
Las retenciones a las exportaciones constituyen medidas económicas razonables, conocidas y aceptadas por la teoría económica y de larga tradición en el país. No sólo son defendibles, son absolutamente necesarias para el desarrollo industrial de la Argentina y de las economías regionales, el problema de su defensa es político.
El modelo de funcionamiento del sistema político vernáculo al calor de canallas como Carrió y fascistas como Clarín derivó en un juego de deslegitimación radical del gobierno nacional, sólo sustentado y sustentable en la concentración mediática del periodismo independiente de la realidad, que fundó un escenario en que todo vale para “voltear” el gobierno. En esa clave puede leerse la agenda de buena parte de la oposición. ¡Macri pide aumento de las jubilaciones! ¡Los que votaron a favor de las AFJP ahora pontifican sobre dinero que antes dejaron robar y fugar! ¡Biolcati se preocupa por la pobreza!. En fin, ejemplos de semejante desfachatez sobran.
Una cosa cabe advertir una vez más, el juego de la proyección o traslación. Adjudicar al otro algo que yo estoy haciendo. Biolcati hace un discurso violentísimo acusando al gobierno de … confrontativo ¿? Ese es un juego que usaron en la discusión por la Resolución 125 y que intentan reiterar ahora.
Probablemente Biolcati se pregunte por qué muchos que antes le festejaban las ocurrencias ahora disimulan incómodos el vínculo. Es que mucho ha cambiado y cambiará aún más. La “proeza” regresiva contra la nación de los cruzados del empresariado agropecuario sólo fue posible por Clarín. Ellos fueron un accidente de la concentración mediática. Pero Clarín está en crisis terminal, sus estrategias no alcanzan a la subsistencia. No puede ofrecer la cobertura de otrora.
Biolcati es Biolcati y vuelve a ser visualizado como lo que siempre fue, un representante de la oligarquía que esquilmó el país, mató generaciones e intentó hacer sus riquezas aquí para gastarlas en Europa. Siempre hambreando la población.
Porque el modelo agroexportador que a ellos les gusta no solo lo quieren para ganar plata, quieren que el resto se hunda. Son acérrimos opositores al desarrollo nacional. El “granero del mundo” es eso. Los únicos que “zafamos” somos nosotros es el metamensaje que nos mandan estos personajes. No sólo quieren rentabilidad quieren la diferencia, tanto como que ellos ganen les importa que los otros pierdan.
Finalmente, qué es, en qué se basa el reclamo por baja de retenciones. ¿Pierden plata? No, con lo caraduras que son ni ellos se atreven a decir eso. Finalmente sólo es que “el Estado se está quedando con su plata”, como dicen. Falso, totalmente falso. Corresponde a una lógica antisocial que hay que desterrar porque solo lleva a la destrucción del planeta y del hombre.
Pero por supuesto, no tenemos expectativas respecto de Biolcati. Lo que dice es lo esperable del personaje, quienes tienen que tomar nota del nuevo escenario son los representantes políticos. Y cada vez más políticos opositores tomarán cuenta de la nueva realidad, también con una lógica que ellos entienden. Si quedan pegados a Biolcati van a quedar muy escrachados socialmente. Hay todo un espacio de conveniencia vacante para opositores razonables que se despeguen de estos personajes decadentes. Y como se sabe, nuestros políticos no suelen dejar espacios vacíos.
La solución al problema político debería permitir una fuerte reformulación de la política agropecuaria, aumentos de las retenciones a la soja incluidos.

Fuente: carlosalmenara.blogspot.com (agosto 2010)

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