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El gorizurdismo, o cómo ser de derecha sin que se note mucho*

Nicolás del Caño es un ejemplo de joven conservador que se afilia al trotskismo para evitar que lo clasifiquen en la derecha. Pero su comportamiento como dirigente político tiene muy poco de izquierda.

Existen en la actualidad voces que intentan imponer la caducidad de las posiciones ideológicas y políticas fundamentales. La operación simbólica que intentan realizar se asemeja a la maniobra de Francis Fukuyama, quien en la década de los 1990 decretó la muerte de las ideologías y el fin de la política y de la historia, o el triunfo final del capitalismo occidental. Pero esto no es así: en política se es de izquierda o de derecha, y estas categorías siguen tan vigentes como siempre, al igual que la política y la historia, que están bien lejos de tocar su fin.

Por su parte, con la excusa de resguardar lo que insisten en llamar “tercera posición”, algunos “peronistas” sectarios (que se hacen llamar “peronistas de Perón” pero frecuentan los medios de comunicación dominantes del gorilaje) también insisten en que derecha e izquierda ya no existen. Para ellos, toda la política se desarrollaría en un centro homogéneo, un campo donde todos quieren lo mismo y deberían por ello ponerse de acuerdo. Estos son los mismos “peronistas” que denuncian la “grieta” kirchnerista y piden “consenso” desde los estudios de TN y Canal 13.

Pero el ruido y la anomia solo favorecen al ladrón y al oportunista. Como no queda muy claro qué significa ser de izquierda o de derecha, algunos individuos y grupos se hacen pasar por lo uno para disimular que, en realidad, son lo otro. Este es el caso del trotskismo que, como el boxeador pícaro, amaga con la izquierda y pega siempre con la derecha.

En el día de hoy los trotskistas participaron activamente de la marcha organizada por los medios golpistas y por los partidos conservadores en Brasil. Lo hicieron con el pretexto de que el actual gobierno del Partido de los Trabajadores se ha vuelto reaccionario. Y así, abrazados con la derecha más rancia de Brasil, el trotskismo sacó a la calle sus quince o veinte militantes para pedir la llamada “intervención militar”, un eufemismo que allí se usa para no decir “golpe de Estado”. Eso sí: la “izquierda” trotskista todo lo hace por la revolución. Sale a marchar con la derecha, pero no baja sus banderas rojas.

Este extraño comportamiento del trotskismo en Brasil no es infelizmente ninguna novedad en América Latina. En Argentina los trotskistas marcharon con Blumberg para pedir “mano dura contra la delincuencia”, con los terratenientes contra “el atropello de las retenciones al agro” y luego para pedir “Justicia” por el fiscal de la embajada Alberto Nisman; en Venezuela apoyaron a Capriles contra Chávez y luego contra Maduro, posición que hoy mantienen; en Ecuador y Bolivia están desde siempre empeñados en la lucha contra las “dictaduras populistas” de Evo Morales y Rafael Correa. En todas estas movidas el trotskismo se ha dejado ver junto a la derecha neoliberal y la fascista, sin reparos.

Las categorías “derecha” e “izquierda” no nacen de un repollo ni son un capricho del intelectual: nacen de la Revolución burguesa (o “Revolución Francesa”) de 1789. Una vez desplazada la aristocracia, la burguesía reunida en la Asamblea Nacional se dispuso a hacer política y diputados de todo el país fueron convocados. Los diputados que luchaban por la restauración de la monarquía se sentaron a la derecha de la Asamblea y los que querían la República se sentaron, en oposición, a la izquierda. De allí en más, y hasta los días de hoy, los que sostienen proyectos políticos favorables a las minorías privilegiadas se han colocado simbólicamente a la derecha; los que militamos proyectos políticos populares, por el contrario, nos ubicamos a la izquierda. No es muy complicado.

No obstante, sigue existiendo confusión y el trotskismo se aprovecha de ella para reivindicarse como “izquierda” ―o, lo que es peor, como “la izquierda”― y desde allí atacar al campo popular. Y la verdad es que, dadas las contradicciones fundamentales “pueblo o corporaciones”, “Patria o imperialismo” y “poder popular o poder concentrado”, si la posición predominante del trotskismo es criticar a las fuerzas populares, entonces poco le sirve afirmar que es de izquierda y levantar banderas rojas: su lugar es a la derecha, como un vulgar instrumento del poderoso para generar confusión entre los pueblos.

*labatallacultura.org

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