Una derecha dominante ha dicho que está científicamente comprobado que la tendencia a la derecha es mayoría. Que desde siempre 9 de cada 10 personas han tenido mayor énfasis en su lateralidad diestra. Que hay una inclinación natural, ínsita a la condición humana e irreversible. Que lo normal –la norma- es ser derecho, que la irregularidad –la anomalía- es no serlo. Que la rareza zurda confirma la regla. Que la minoría es lo siniestro.

Los arqueólogos han encontrado pinturas rupestres en grutas antiguas con representaciones de cazadores empuñando el arco y la flecha con la mano izquierda. Sin embargo, inexpertos investigadores sospechan que aquellos prehistóricos estaban siendo perseguidos por otros cazadores derechos, lo que ya evidenciaría la conducta primitiva de terminar con el zurdo.

El Libro de Los Jueces del Antiguo Testamento habla de un ejército de setecientos zurdos de élite -tan diestros ellos- “que podían con su honda dar en el blanco con una piedra sin errar un cabello”, sin embargo la Biblia le da la derecha a los derechos: contiene cerca de cien referencias favorables sobre la diestra y veinticinco desfavorables sobre la izquierda. Aunque la mano hereje del Diego contra los ingleses haya blasfemado el orden teologal y tendenciosas interpretaciones pretendan mostrar a Jesús como el primer zurdo, Él está sentado a la derecha de Dios y a la diestra del Padre estarán los que heredarán el reino de los cielos. Adivinen: ¿dónde estaba ubicado el ladrón malo cuando lo crucificaron a Cristo?; sí, a la izquierda y de ahí derechito al infierno.

Con la mano derecha se bendice, con la derecha se persigna, con la derecha deben haber dado fuego los inquisidores medievales a una minoría de zurdos considerados endemoniados, quienes ardieron como muñecos de papel y siguen quemándose en la infinita hoguera del innombrable ángel izquierdo.

El bastón de mando se toma con la diestra y el hombro derecho es el que sostiene la banda presidencial -salvo que uno sea un subversivo bandeado a la siniestra como Hugo Chávez o Nicolás Maduro-. Los soldados antiguos cortaban cabezas, brazos, piernas, clavaban corazones y otras vísceras empuñando la espada con la derecha. Las filas del ejército romano, por ejemplo, estaban vedadas a los zurdos y sus soldados saludaban con el brazo derecho en alto, usanza que siglos más tardes heredarían los fascistas.

La virilidad también es de derecha, sostiene una mayoría diestra. Cuanto más largo sea el dedo anular respecto al dedo índice de la mano derecha, más largo es el pene, afirma un estudio realizado por un equipo de urólogos coreanos. Los machos son diestros: ser zurdo es más frecuente entre las personas homosexuales, dice una investigación de unos canadienses de la Universidad de Toronto.

A nadie se le ocurriría sellar un acuerdo con un apretón de manos izquierdas. Solo la zurda es la que cruza los dedos traidores cuando las derechas fieles se estrechan en un compromiso. Para el tradicional monopolio intelectual de derecha es más frecuente que los zurdos violen el orden natural, los pactos y el derecho. Ya lo decía el criminólogo Cesare Lombroso en el siglo XIX: «Lo que está claro es que los criminales son más a menudo zurdos que diestros (…) No sueño con decir que todos los zurdos son malvados, pero sí que ser zurdo, unido con otros muchos rasgos, puede contribuir a conformar uno de los peores personajes de la especie».

La cultura predominante de derecha en el mundo ha logrado que, por ejemplo, en Japón hasta hace algunos años, la zurdera de la mujer haya sido motivo suficiente de divorcio, que en Nueva Guinea los nativos hayan creído que si tocan con el dedo pulgar izquierdo un vaso se envenena su contenido, que las mujeres maoríes sacudan sus vestimenta matrimonial sólo con la derecha para no profanarlas y evitar la muerte, que en Níger esté prohibido a las cocineras preparar los alimentos con la mano tonta, que el clan de Mirtha Legrand ubique en sus almuerzos a los invitados más importantes a la derecha de la matriarca anfitriona, mientras ésta anuncia féretros vacíos o la avanzada del zurdaje.

Los diccionarios son de la derechosa clase dominante, aquí y en la China. Para la Real Academia Española lo derecho es recto, justo legítimo, fundado, cierto, razonable. En alemán, holandés, francés e inglés la derecha está asociada a la autoridad, a lo justo y lo correcto. Contrariamente, la palabra zurdo en portugués se la vincula con lo ruin, lo vil y lo sucio y en chino mandarín significa descuerdo o impropio.

En suma: para la mayoría derecha la izquierda es maldita, despreciable por naturaleza. Por eso los zurdos desde tiempos ancestrales han sido considerados seres inferiores, deficientes, enfermos, locos, poseídos por el demonio, criminales, sin derechos. Están definitivamente jodidos, de ahí el intento consuetudinario y vano de derechizarlos. Hasta no hace mucho en las escuelas se les golpeaba con una regla o un puntero sobre la mano izquierda cuando intentaban utilizarla o se les ataba la mano hábil para evitar que crecieran con la aborrecible costumbre de escribir con la zurda.

Pero el abzurdaje mayor -si cabe el término- es la costumbre de la derechización política voluntaria de algunos izquierdistas. Para el brasilero Frei Betto, ser de izquierdas es optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia, considerar una aberración la desigualdad social. Ser de derechas es tolerar injusticias, considerar los imperativos del mercado por encima de los derechos humanos, encarar la pobreza como tacha incurable, creer que existen personas y pueblos intrínsecamente superiores a los demás. Ser izquierdista, en cambio, es quedar enfrentado al poder burgués hasta llegar a formar parte del mismo. El izquierdista es un fundamentalista en su propia causa. Encarna todos los esquemas religiosos propios de los fundamentalistas de la fe. Se llena la boca con dogmas y venera a un líder. Si el líder estornuda, él aplaude; si llora, él se entristece; si cambia de opinión, él rápidamente analiza la coyuntura para tratar de demostrar que en la actual correlación de fuerzas… El izquierdista adora las categorías académicas de la izquierda, pero se iguala al general Figueiredo en un punto: no soporta el tufo del pueblo, dice Frei Betto.

Parece que la certeza es de derecha, la izquierda más bien problematiza. ¿No será entonces un simplismo de derecha suponer que la izquierda -en singular- es sólo el otro, el desviado, el motejado con desdén como trosko, el de la cita permanente a Marx, el de la remera del Che y de los trapos púrpuras? En esta hora de definiciones en Argentina, ¿no ha llegado ya el momento de que, sin pruritos, el kirchnerismo se asuma en la vereda de la zurda real, de la única propuesta nacional y popular que trasforma la realidad concreta, enfrentando a la derecha conservadora?

Me subo al tren de la crítica de Frei Betto hacia el izquierdismo ajeno y propio, pero no cuenten conmigo para incinerar a la izquierda, ni para demonizar ni bastardear la zurdera. En las izquierdas latinoamericanas -en plural- también estamos nosotros.

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Fuente: La Quinta Pata

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