Por: Carlos Almenara

Podés pensar partiendo de los conceptos, referirte al mundo de las ideas, sin necesidad de ver el mundo. O al contrario podés ver el mundo y tratar de describirlo y mejorarlo.

No es una tensión desconocida para la filosofía ni para la epistemología. Platón sostenía la perfección de las ideas a la par de la degradación del mundo sensible. Los sentidos sólo nos pueden ofrecer una versión corrompida de los conceptos perfectos aseveraba Platón. No hace falta ver nada. Es más, mejor no ver nada.

El pensamiento moderno, en cambio, se afirma en la segunda opción. La ciencia se ha sostenido en el precepto de la explicación de lo que ocurre “realmente”. Incluso la ciencia política reconoce como hito fundante el pensamiento de Nicolás Maquiavelo, precisamente, por incorporar el realismo en sus consejos al Príncipe.

Cuatrocientos años de ciencia moderna no impidieron que generaciones de economistas ortodoxos sigan el método platónico. También lo siguen, al parecer, buena parte de los dirigentes políticos argentinos.

Así, Margarita Stolbizer afirma ser “el último bastión del progresismo” sin mirar por la ventana.

Primera cuestión, no es fácil decir qué es el progresismo. Es un término que ha sido y es usado por izquierda, centro y derecha. También ha referido a épocas o lugares con fuertes cambios tecnológicos. En general, y entiendo que más o menos en este sentido lo utiliza Stolbizer, refiere a pensamientos de centro izquierda o izquierdas democráticas.

Stolbizer dice que es el último bastión del progresismo y dice que lo es porque es honesta. Debiera probar su afirmación, me refiero a su afirmación de que es honesta. Sus apariciones en TN haciendo de claqué de los payasos de Magnetto mellan su credibilidad al respecto. Por otro lado, por lo menos dos clamorosos fracasos de tajantes afirmaciones similares a las de la candidata también problematiza su crédito. Carrió decía lo mismo y no ha dejado fraude por cometer. El caso más reciente es el de Eduardo Amadeo, que luego de jurar que no haría lo que Niembro reconoció que niembró.

Pero pongamos como hipótesis provisoria que Stolbizer es honesta, ¿de dónde sacó Stolbizer que es la honestidad la bandera identitaria del progresismo?

No quiero negar la importancia de la honestidad. Tan importante es que debiera ser un tema fuera de discusión. El que comete delito debe recibir la sanción prevista, para eso existen las leyes y los jueces.

En todo caso Stolbizer deberá denunciar cada uno de los casos con las pruebas con que cuenta. Es cierto que los jueces en general no son los que quisiéramos. Resulta que cuando se propuso la democratización, ella estuvo en contra. Se la ha visto muy oronda frente a flagrantes abusos de autoridad de jueces como Bonadío y su guardia pretoriana porteña.

Supongamos que Stolbizer sea honesta, supongamos que sea sincera, supongamos que le interesa realizar una campaña contra la corrupción, ¿eso es el progresismo?

Las denuncias de corrupción taparon los debates políticos, no sólo ahora, muchas veces. Todos los líderes queridos por el pueblo recibieron denuncias de corrupción, en buena medida porque como no podían discutirlos políticamente generaban sospechas sobre su ética. Yrigoyen, Lencinas, Perón, Alfonsín, entre muchos otros recibieron esta medicina a su turno.

Entendemos el mensaje de Stolbizer: hay que ser honestos. Pero, ¿y de política? De política no dice nada. No dice nada porque cualquier cosa que dijera y quisiera referenciar en el universo progresista encontraría con que nunca en la historia nacional se vieron tan colmados los anhelos de ese ideario como en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Con todo lo que falta, pero hablemos de lo que falta cuando identificamos el camino correcto, no tendría sentido hablar de “lo que falta” y proponer el mercado como panacea autorreguladora.

Además de que la apelación ética de Stolbizer es pre-política, es extra política, que esconde que no habla de política, tiene otro problema, un problema dramático: es mentira.

Stolbizer calla lo principal. Stolbizer calla el hecho de corrupción más espantoso que origina las corrupciones realmente existentes en Argentina. Stolbizer calla la génesis de su candidatura. Stolbizer no dice que el candidato de ese espacio era Hermes Binner, no ella. Y que Binner se bajó después de una reunión con José Aranda, el número dos de Magnetto. Porque, evidentemente, Magnetto le bajó el pulgar. Stolbizer no dice nada de esto. Stolbizer dice todo lo que le viene bien a Clarín.

No podría haber mayor corrupción que avalar un poder que controla y manipula la democracia argentina, que pone y saca presidentes, un poder corporativo que se burla de toda la participación cívica de los argentinos. Ese poder, el de Clarín y sus seguidores es el que avala Stolbizer. Un verdadero fraude al electorado progresista.

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