Por: Marcelo Padilla

Un fenómeno se está dando en la argentina a pocos días del balotaje. Interesante desde lo sociológico y político, y también desde lo cultural. Hasta hace unos años, cuando nada parecía lo que hoy sucede y se pensaba que teníamos la vaca atada, los dirigentes del FPV, en todas sus variantes peronistas clásicas o kirchneristas puras, eran los voceros del proyecto nacional. La militancia, más silenciosa, esperaba: palabras, órdenes, discursos, estrategias, convocatorias. Todo en sintonía vertical como manda el manual de conducción política y las estructuras de las orgas.

Pasado ya el cimbronazo macrista de la primera vuelta y, la posibilidad real de perder las elecciones el 22 de noviembre, hay un despertar subterráneo de aquella militancia silenciosa pero también de miles y miles de adherentes al proyecto nacional. Es más, se van sumando a la participación y expresando su posición, personas que no son peronistas ni kirchneristas, que generalmente votan otros espacios, de izquierda, o de centro, que temen un hipotético gobierno de Macri en la argentina. Remarco lo de subterráneo porque me parece que es así como las estructuras políticas a veces no pueden con la fuerza de la chipica que crece en la adversidad.

Hoy los dirigentes bien guardados no son los que hablan, y celebro que no lo hagan, porque no suman. Se han convertido en una especie de repetidores seriales de lo que el votante confundido y hasta el militante harto de callar, no quieren. Me parece una buena señal, tardía tal vez, pero sintomática de los nuevos tiempos por venir. Los posicionamientos sobre lo que se pone en juego el 22 del 11 se están poniendo a la luz sin miedo y ni prejuicio.

Hay una militancia nueva por susto y por convicción que ha rebasado a las orgas y al propio FPV. Existen autoconvocatorias, gente que se junta a pensar cómo salir a convencer a los vecinos sin esperar que alguien les diga desde dónde hacerlo. Es el aluvión agazapado que no tenía voz y ahora se hace escuchar con propuestas más creativas y discusiones más sensatas que los propios burócratas partidarios.

Variopinto, diverso, diferente, seminal. Un volcán en erupción que atraviesa clases sociales y franjas etarias. Hasta pre adolescentes que se guasapean con otros entrando en la batalla de “Patria o Macri”.

Resulta, por estos días, conmovedor, más allá de los resultados que se darán. Porque nadie habla de otra cosa que del futuro del país. Los dirigentes, que se guarden en sus casas. Esta vez, la voz, la persuasión, las acciones y las estrategias, las definen los que no especulan con nada. Larga vida a la revolución silenciosa que muestra su atrevimiento. Eso es lo que necesitamos, atrevidos. Por fuera y por dentro de las estructuras.

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