Este no fue un paro de los trabajadores. Fue un lockout patronal. Quiénes son sino los dirigentes sindicales que han tramado esa reiterada jornada del 31, típicamente desestabilizante: Moyano, camionero pero no laburante, sino empresario y patrón como asimismo Barrionuevo, el de la fórmula aquella de que «tenemos que robar menos». Y de la misma calaña la mayoría de los convocantes. Tienen incorporado en sus acciones y prédicas en el ámbito del trabajo aquello que fue el vandorismo, inaugurando hace más de medio siglo en nuestro país, el concepto aquel de «burocracia sindical», convertida paulatinamente en mafia. La táctica era promover la protesta del trabajador, exigir el máximo y finalmente, en los despachos de la patronal, arreglar y recibir, por debajo de la mesa, el vuelto en valiosos billetes.

Lo mismo podemos decir de la dirigencia mendocina. Claro, con excepciones, como nuestro amigo Hugo Dagfall, del Sindicato de Trabajadores del Estado Autoconvocados, o sea SITEA, y otros. A contrario de los gremios estatales, las conducciones del gremialismo del campo privado no tienen protagonismo sino en las sombras de las componendas

De todos modos, hace rato que el sindicalismo, su estructura en gremios y federaciones y centrales, son una pata más del sistema capitalista. Nada que ver con aquellos dirigentes de las décadas 60, 70 , como Tosco, en Córdoba, y en Mendoza, los de la mayorías de los gremios y de la CGT, que inmediatamente después del golpe gorila del 55, militaron la recuperación de sus organizaciones, siendo en el primer lugar del país donde se recuperó la autonomía de la conducción sindical. Y ello posibilitó que en el año 1958, motorizaran una huelga nacional por la defensa del petróleo, a punto de entregarse por el gobierno frondicista . Dirigentes de la talla de Agustín Espósito, Roberto Vélez (padre), Miguel Zarate, de la construcción, Carlos Grilli, gastronómico; Juan Palavecino, Elio Viola, ferroviarios; Antonio García y Héctor Brizuela, de los obreros vitivinícolas, asesinados por la dictadura genocida, como también Mahilos, del SOEVA ; Luciano Baca, Miguel Paez Herrero y Ventura Pérez, de prensa; José Torregiani y Armando Miatello, de contratistas de viñas; Juan Raconto, metalúrgico; Florencia Fossati, Angélica Mendoza, Julio Lemos y Marcos Garcetti, docentes:: Reynaldo Herrero, Horacio Ravera y Aurelio Fernández, gráficos, A. Ampuero, comercio; Osvaldo Fernández, del papel; Pedro Pardo, de micros y ómnibus. Y varios, muchos varios más. Épocas en que la resistencia y el enfrentamiento a las patronales y los políticos de la derecha oligárquica y entreguista tenía origen en las luchas obreras, que en nuestro país, tienen efervescencia a partir de la segunda mitad del 1800. En 1857, ya formada la Sociedad Tipográfica Bonaerense, fue la primera organización obrera. Posteriormente, en su versión orgánica sindicalmente, como la Unión Tipográfica, lo fue en 1878. En ellas tuvieron prevalencia las corrientes socialistas y anarquistas, y a finales de ese siglo, el radicalismo. Este, en su versión partidaria, da lugar a la revolución del 90, por lo que la protesta política y social en la Argentina fue creciendo. El sindicalismo, la acción socialista parlamentaria, con Alfredo Palacios, la protesta anarquista, el accionar revolucionario e intransigente del radicalismo, el Grito de Alcorta por las reivindicaciones anti terratenientes del campo, fueron expresiones de la sociedad civil que luchaba por cambios profundos, estructurales y revolucionarios en el Estado y en la república naciente. En estas lides, recién después de la revolución bolchevique de 1917 en Rusia, aparece en la Argentina la versión sindical y política del comunismo y se incorpora a la lucha aquella demanda del marxismo-comunismo de 1848: «Trabajadores del mundo uníos!!»

De todos modos, desde el sindicalismo, pero no el de los burócratas propatronales, la lucha por el salario y las condiciones laborales se legitimiza con dirigentes clasistas y honestos. Ideológicamente, sin embargo, es una lucha eminentemente economicista

El sistema capitalista ha barnizado la lucha gremial cooptando los rasgos libertarios fundacionales con normas burguesas, como los convenios salariales, leyes y otros fetiches que, en síntesis, se transforma en una colaboración de clases. La lucha se dirime en la mesa de discusión, y si las tensiones -si las hubieren- llegan a momentos de intransigencia, ahí interviene el Estado burgués y se arroga el derecho indiscutible de poner paños fríos, funcional siempre a los intereses patronales, aunque el sector obrero acuda a la única arma permitida: la huelga.

Lo que queremos decir, es que la lucha de los trabajadores ha perdido el hálito libertario que tuvo en sus orígenes. La lucha de clases, hasta el momento de la liberación revolucionaria, se dirime en otros terrenos, menos al interior del sindicalismo. Más aún, ya en este plano, el sujeto revolucionario, en el inicio de la lucha es el bloque popular y nacional y no solamente la clase obrera. La bandera obrerista del trotskismo argentino –PTS, Partido Obrero– es excluyente, acotada a los slogans: Revolución ya!! Huelga general ya!! Constitución ya!! Por eso será que, sin hesitar en lo ideológico, se han convertido en la izquierda de Moyano y Barrionuevo, banderas también de ese obrerismo trasnochado. Piqueteros de la Raquel Blas, titular de ATE.

Mendoza, que no disimula su odio visceral por lo nacional y popular.

Ya lo dijo Fidel: «la lucha, por ahora, es por y con las ideas». Es tiempo, todavía, de la lucha por incorporar a la conciencia colectiva, a la subjetividad de nuestros pueblos, los principios revolucionarios para la concreción del Socialismo Siglo XXI, que propiciara Hugo Chávez. El socialismo que debemos construir entre todos quienes pertenecemos a la Paria Grande Latinoamericana y del Caribe.

Fuente: Ramón Abalo la5tapata.net

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