La persistencia del pacto con que hace 40 años Clarín se quedó con Papel Prensa es el gran tema argentino. Lo demás puede entenderse como un epifenómeno de la manipulación.

La historia revisitada permite ver con nuevos ojos eventos claves de la historia reciente. Por ejemplo, el rol de Clarín de la caída de Alfonsín 6 meses antes de la finalización de su mandato. El acuerdo de Magnetto con Menem por el cual se quedó con Canal 13 y comenzó la más vertiginosa expansión multimediática.

El triunfo de De La Rúa, la caída de De La Rúa, la llegada de Duhalde, la “ley Clarín” de Duhalde, el acompañamiento inicial, con reservas, a Néstor, el veto a Cristina, el golpismo sistemático, el blindaje a Macri. Todo debe ser reinterpretado a la luz de algo para lo que hay insuficiente teoría: una confabulación inédita contra la verdad, un guión homogéneo, el plan sistemático de manipulación del pueblo al servicio de una élite.

La deuda de la democracia argentina es ponerle coto a Clarín. Clarín no tiene derecho a perseguir, calumniar, estigmatizar, difamar a un sector político. Eso no sólo no es libertad de prensa ni de expresión sino que las contraría. Es lo mismo que hicieron cuando blindaron a Videla, presentando su genocidio como “abatimiento de terroristas”. Es el discurso genocida. Instalado en el corazón de la política actual.

La imagen que ilustra esta nota es parte de la tapa del diario Clarín de hoy. Cuenta que “entraron a la casa de Cristina”. Una vendetta mafiosa, un regodeo obsceno, con los métodos de la dictadura, pero esta vez contados como que son “democráticos”.

Defender a Cristina de esta lacra no es sólo defender a Cristina. Es recuperar la democracia, decirle a Clarín que no es él quien manda, es recobrar la política.

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