Por Ignacio Cebrián*

El 10 de abril se celebra se día del Investigador Científico en conmemoración del natalicio de Bernardo Houssay, destacadísimo científico argentino y primer Premio Nobel de América Latina en Ciencias. Su importante contribución médica en el área de la Fisiología no fue su único aporte. También fue docente universitario y generó una extensa escuela de prestigiosos discípulos, entre ellos se incluye a Federico Leloir, Premio Nobel de Química en 1970. Houssay fue además el primer presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en 1958.

El pasado 10 de abril, 128 años después del nacimiento de Houssay,  se dio inicio a las jornadas “Ciencia y Soberanía” en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur organizadas por el Ministerio de Educación de la Nación (http://www.conicet.gov.ar/emotiva-apertura-de-las-jornadas-ciencia-y-soberania-en-el-museo-malvinas). Dichas jornadas se celebrarán semanalmente hasta el mes de octubre y están destinadas a estudiantes de la escuela secundaria. En su apertura, el actual presidente del CONICET, Dr. Roberto Salvarezza señaló que “la soberanía es conocimiento” y es en este aspecto donde me gustaría explayarme.

Resulta imposible debatir sobre Ciencia y Tecnología sin brindar el espacio previo para una discusión seria sobre políticas públicas. Al presente se discuten en Argentina dos modelos bien polarizados de generación de conocimiento científico: uno privatista, el cual estuvo vigente hasta la crisis del 2001 y que tuvo su máxima expresión en la década del 90, y otro estatista que viene marchando desde el 2003, en el cual se relega al libre mercado de su función de ente regulador de las políticas científicas del país. Lo curioso, es que en ambos modelos la estructura de funcionamiento del principal organismo que nuclea la actividad científica, el CONICET, y que subsidia los diversos proyectos científicos en Argentina, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) no se ha modificado mayormente. Sin embargo, la principal diferencia entre ambos modelos radica en la eficacia de cómo funcionan estas estructuras, principalmente a partir de la creación de un Ministerio propio para regular esta actividad, es decir, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT). La creación del MINCyT en el año 2007 por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner incorpora el desarrollo científico y tecnológico del país con un rol protagónico a la agenda presidencial. El resultado de este atrevimiento atenta contra toda lógica predictiva neoliberal; la eficiencia estatista viene logrando avances significativos e insospechados hace 15 años atrás en materia de ciencia y tecnología, mientras que la eficiencia privatista dejó a la ciencia argentina pendiendo de un hilo y obligó a miles de científicos compatriotas a emigrar a otros lugares que ofrecieran mejores condiciones de trabajo y desarrollo.

Retomando lo anterior, desde el 2003 pero con mucha mayor fuerza a partir del 2007, el CONICET y la ANPCyT no han modificado fuertemente su matriz estructural, pero sí han incorporado nuevas modalidades y oportunidades para los científicos. Daré dos ejemplos claros sobre esto.

El primero tiene que ver con la cantidad de Recursos Humanos. Sin bien las diferentes categorías para el Investigador científico de CONICET (Asistente, Adjunto, Independiente, Principal y Superior) siguen siendo las mismas desde hace décadas, en el año 2003 se contabilizaban 3694 investigadores incorporados al sistema, mientras que en el año 2013 este número ascendió a 7902. Es decir, en 10 años se duplicó la cantidad de investigadores de CONICET. Algo similar sucedió con la cantidad de becas, entre doctorales y postdoctorales existían 2351 becarios en el 2003. En el año 2013 este número se multiplicó 3.8 veces llegando a contabilizarse 8886 becarios. Todas estas cifras son de dominio público y pueden consultarse en: http://www.conicet.gov.ar/acerca-de-conicet-en-cifras

El segundo ejemplo impacta directamente sobre el financiamiento destinado a los proyectos de investigación en el país. La ANPCyT fue creada a fines del año 1996 e inició sus actividades en 1997. Actualmente, la ANPCyT cuenta con cuatro fondos para promover el desarrollo científico y tecnológico. El Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR) y el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCyT) fueron los núcleos sustantivos desde su origen. En el año 2004 se creó el Fondo Fiduciario de Promoción de la Industria del Sowtware (FONSOFT) y en el año 2009 el Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC). El periodo comprendido entre el 2003 y 2007 se caracterizó por una importante diversificación de los instrumentos, generándose nuevas modalidades de financiación de proyectos dentro del FONCyT, y por su parte el FONTAR aumentó casi en cinco veces sus desembolsos en diferentes líneas. Con la creación del MINCyT en el 2007, la ANPCyT se incorporó como organismo desconcentrado bajo la órbita del nuevo Ministerio fortaleciéndose las políticas de financiamiento. En el periodo 2009-2011 se sumó una focalización de la innovación asociativa librándose nuevos convenios de cooperación con el mundo, y un acoplamiento del conocimiento a la producción. Estos datos han sido obtenidos de: http://www.agencia.mincyt.gob.ar

Estos cambios cuantitativos en el sistema científico argentino vienen dejando una fuerte impronta cualitativa tanto en el país como en el mundo entero. Algunos ejemplos que dan cuenta de estos avances en la actividad científica argentina son: i) la creación y puesta en órbita del satélite ARSAT-1, que ubica a Argentina dentro un selecto grupo de ocho países con esta capacidad de desarrollo científico, ii) el posicionamiento de CONICET entre las 80 instituciones (puesto 79) más importantes del mundo en producción científica. Según el mismo ranking de SCImago, CONICET ocupaba el puesto 151 en el 2009 y el 121 en el 2011. Vale aclarar que este ranking nada tiene que ver con el INDEC (http://www.scimagoir.com), y iii) el incremento en más de 2200% el presupuesto destinado a obras e infraestructura en Ciencia y Técnica desde el año 2003 al 2010.

No es la intención de esta columna saturar de ejemplos al lector, éstos constituyen solo unos pocos entre muchísimos otros. En todo caso, quedará para otra oportunidad ahondar en cada uno de estos logros. Así como también queda pendiente explicar las falencias aún existentes de nuestra querida ciencia argentina, los cambios necesarios que deben aplicarse, las tareas incompletas y las mejoras que harán avanzar la calidad de nuestras investigaciones y nos harán cada vez más soberanos.

Ya Houssay alguna vez lo dijo claramente: “los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico, y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”.

*El autor es Investigador Asistente de CONICET. Licenciado en Genética de la Universidad Nacional de Misiones (2004). Doctor en Inmunología y Biología celular del Instituto Curie y la Universidad Paris 5 en Francia (2011). Científico repatriado en el año 2012. 

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