Por Alfredo Caferatta*

El Dr. Raúl Zaffaroni hace poco tiempo declaró, desarrollando el concepto, que “el narcotráfico es la fase superior del colonialismo”.

Con conocimiento de causa,  nos daba a entender que la nueva forma de dominación que se presenta en nuestra América Latina se hace con el narcotráfico como medio de dominación. La experiencia de los últimos años en México, parece así confirmarlo. Luego del levantamiento campesino de Chiapas, en la década del ´90 y de la inclusión de este país en el NAFTA, (sigla que en inglés refiere al Tratado de libre comercio entre EE.UU., Canadá y México), inclinó al poder económico a tomar recaudos para que lo de Chiapas no sirviera de ejemplo a otras regiones, no solo agrarias sino urbano-industriales, encendiendo pasiones por derechos postergados. Los intereses norteamericanos introducidos ya de lleno en la vida económica mejicana, a través del tratado mencionado, junto con el establishment local, armaron la llegada del derechista Fox a la presidencia de la república.

Fox (un Macri mejicano), llevó adelante la política neoliberal que EE.UU. exigía,  mientras se expandía la mafia de los carteles de la droga en todo el territorio azteca. Mediante un enlace corruptivo de dirigencias políticas y el entramado de la droga se establece una alianza fáctica que constituye el nuevo poder a la vista de los mejicanos. Gradualmente un manto de terror se extiende en todo el país. Dirigentes opositores asesinados, periodistas secuestrados y asesinados. Los sucesores de Fox, hasta el actual Peña Nieto, no hacen más que confirmar ese statu-quo. La desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa marca la escalada máxima de esa asociación dominante. Entonces el pueblo mejicano comienza a movilizarse, marchas en todo el país exigen justicia no solo por los 43 estudiantes, sino por la reivindicación de derechos.

Mientras, en Sudamérica, acompañados por Cuba, Nicaragua y los países del ALBA,  se vive la hegemonía de los gobiernos nacionales y populares, que han puesto en valor  la soberanía popular  e integral de sus países. Que han evolucionado desde el Mercosur a la Unasur, promocionando la CELAC, siguiendo el mandato de los libertadores Bolívar y San Martín entre otros. Poniéndole coto a las pretensiones de libre comercio que EE UU quiso imponer en la conferencia del ALCA en 2005, en Mar del Plata. Aparece en el nuevo concierto mundial como una dinámica región emergente, que se separa de las imposiciones del FMI, del capital extranjero en general y mantiene a raya a las oligarquías locales, por métodos pacíficos apoyados en una dinámica democracia popular, confrontando con las estructuras de partidos y medios de comunicación afines al imperialismo y al poder económico.

En la Unasur el avance fue notorio, de las reuniones fraternales se pasó a los proyectos: el Banco del Sur, con la finalidad de fomentar la ayuda económica y el intercambio comercial entre sus  miembros, apuntando a una moneda única, a la manera del euro. La creación del Parlasur (Parlamento sudamericano), para tomar decisiones conjuntas y dar un marco legal a esas medidas. La promoción de una fuerza armada conjunta para la defensa unificada de nuestros territorios. Salvo el Banco del Sur, que tiene gestiones más o menos avanzadas, los restantes proyectos se mueven con lentitud, creemos debido a los vínculos con el capital extranjero, en especial el norteamericano, que tienen todos nuestros países y que de ninguna manera avala estas iniciativas.

Bien podemos recordar todas las acciones destituyentes  llevadas a cabo contra estos gobiernos populares. El golpe contra Hugo Chávez en Venezuela, (2002) restituido luego al gobierno por su pueblo y sus soldados .La destitución misma de los gobiernos de Zelaya en Honduras  y la de Lugo en Paraguay. La rebelión de los prefectos de la “Media Luna” en Bolivia contra Evo Morales. La confusa escaramuza  policial contra Rafael Correa, con la finalidad de asesinarlo. Las marchas contra Dilma Rousseff en Brasil. La rebelión “del campo” en 2008, las marchas de “los caceroleros” (2012) y la falsa denuncia “Nisman”, más recientemente contra Cristina de Kirchner. Además del ataque judicial contra el vicepresidente Amado Boudou, ponen a la Argentina también en esa lista de gobiernos populares agredidos.

Hoy, el imprevisto decreto del presidente de EE UU, Obama, declarando al gobierno venezolano de Nicolás Maduro como enemigo de la seguridad nacional de los EE UU, pone en vilo a la solidaridad latinoamericana que, como era de esperarse, rechaza formalmente, a través de declaraciones conjuntas de la UNASUR y CELAC la postura del decreto de Obama. En este  caso explícitamente, pero también en las situaciones citadas anteriormente, estuvo y está la acción de EE UU, tratando de frenar esta avanzada soberana de nuestros pueblos con sus gobiernos.

El legado de los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín (como los más destacados) que es la construcción de la Patria Grande Latinoamericana, nos impone a las actuales generaciones  la obligación de continuar sin descanso por ese camino. Como mucho ya se ha avanzado, debemos mantenernos alertas y presentes, no solo para mantener esos logros, sino para profundizar ese avance.

El capitalismo hegemónico, expresado principalmente por los EE UU, ha iniciado acciones frontales contra nuestros gobiernos populares. El hecho más destacado es el decreto de Obama contra Venezuela y otro ejemplo que nos toca de cerca es la participación de la embajada norteamericana, en la Argentina, en el “caso Nisman”. Tratando de acusar a través de sus agentes políticos opositores, a la presidenta argentina de un eventual asesinato  del  fiscal de la causa AMIA. Pero, creemos, hay otros métodos sutiles, aunque perversos que atentan contra la condición humana  y lo que es más, contra los logros políticos de nuestros gobiernos populares,  como lo es el fomento  de políticas neoliberales en gobiernos locales (provinciales o municipales), a través de dirigentes políticos corruptos y obsecuentes a esas políticas. El vínculo con los EE UU aparece a través de ONG secretas y hasta “fantasmagóricas”, pero casualmente en esos distritos han aparecido y se han desarrollado con facilidad redes de narcotráfico y trata de personas. Sabemos que el fenómeno se generaliza en toda América Latina, teniendo su máxima expresión en México. Aunque no tenemos datos precisos de los demás países, sí podemos citar los ejemplos que confirman esa hipótesis en la República Argentina. El conurbano bonaerense es un extenso conglomerado demográfico de 10 millones de habitantes aproximadamente. Allí hay lugares como el municipio de Tigre, donde en el complejo Nordelta fueron descubiertos varios capos de la droga de Argentina, lugar del que fuera intendente Sergio Massa, actual diputado nacional y candidato a presidente, con notorios vínculos con la embajada norteamericana. En la provincia de Santa Fe, en particular en la ciudad de Rosario, se ha convertido en una ciudad asolada por las bandas “narco”, que se enfrentan en periódicos tiroteos a plena luz del día. Quien fuera gobernador y hoy senador nacional, Hermes Binner, pertenece a una ONG, con sede en EE UU. En la `provincia de Córdoba, hace poco más de un año, un escándalo involucró a la cúpula policial con el narcotráfico. Su gobernador, el ultraliberal, que se dice peronista, José Manuel De la Sota, se enorgullece de sus vínculos con el capital financiero y los “amigos” de EE UU. En estos distritos, citados a la manera de ejemplo, ya que no son los únicos, el entramado corruptivo involucra a policías, parte del sistema judicial y de los partidos políticos. Bien sabemos que las políticas de inclusión social y participación popular alejan y hasta desarman a los flagelos citados.

Entonces para no perder los logros alcanzados, para no retroceder, sino avanzar, se hace necesario mantenernos activos, comprometidos, aportando desde nuestra persona al quehacer colectivo. El desarrollo de la limpia conducta solidaria, la defensa de los derechos humanos y los beneficios de los que hoy disfrutamos, debe ser una conducta constante de nuestra parte.

El apoyo y seguimiento de las políticas de nuestros gobiernos,  a veces a pesar de errores y falencias humanas y, como dijimos, nuestro compromiso permanente, son algunas de las principales garantías para que no volvamos a caer en la subordinación de nuestra sociedad a políticas liberales y extranjerizantes, con el aditamento de la denigración humana con la que vienen acompañadas.

La concreción de la unidad de la Patria Grande Latinoamericana es una cuestión de tiempo, el camino está bien trazado en nuestros días y  mucho depende de nuestras conciencias y de nuestra acción para que las próximas generaciones la alcancen y vivencien.

 

* Profesor. Miembro de Carta Abierta Mendoza

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